2.27.2008

Artículo: El pequeño dragón


“Vacía tu copa para que pueda ser llenada;
quédate sin nada para ganar la totalidad.”
Bruce Lee

La inmortalidad, más allá de la ilusión de vivir por siempre, no es una utopía, si en la práctica logramos perdurar en la memoria de la gente. Hay miles de personas que lo lograron por sus actos, ya sean heroicos o deleznables, por sus obras, por dejar constancia de sus ideas en forma de papel impreso, en forma de canción, con una actuación memorable en alguna película… son diversas las formas de lograr ser recordado. Y pocas cosas admiro más que eso, quizá palpite en mi interior cierta vena de megalómano ¿pero acaso no lo ansiamos todos?
Al menos aquellos que, como yo, creen que no hay más vida tras la vida, y que la única forma de perdurar más allá de esta es dejar una impronta en la gente. Que como me dispongo a hacer ahora, alguien escriba de mí pasados ya más de treinta años de mi muerte.
Pese a lo que piensa todo el mundo, era americano, nació un 27 de noviembre de 1940 en San francisco (California). Y recibió el nombre de Bruce Lee. Bruce nació en el año chino del dragón, y para más inri, a la hora del dragón, entre las 6 y las 8 de la mañana, ganándose ya desde su alumbramiento el sobrenombre de “el pequeño dragón”.
Su biografía es compleja y rica en matices, ya desde su infancia fue actor, apareciendo en multitud de películas de bajo presupuesto. Se licenció en filosofía en la universidad de Seattle, donde conocería a su esposa Linda Lee. Protagonizó un total de cuatro películas que arrasaron en Hollywood antes de fallecer por una extraña alergia a cierto medicamento que le acarreó la muerte el 20 de julio de 1973.

Hasta ahí los 32 años de vida de este hombre escritos de memoria y a vuela pluma, pero en este artículo me quiero centrar en una cosa en concreto de las muchísimas que hizo Bruce, pues apenas viviendo 32 años, todo sea dicho, cuentan que apenas dormía unas pocas horas cada noche, aprovechó su vida hasta al limite. .
Podría llenar folios alabando su trayectoria en el cine, la cual le granjeó la fama de súper estrella en Hollywood, pese a la discriminación racial que había en aquella época, ya que aunque era americano, a ojos de los cineastas no dejaba de ser un chino más.

Podría disfrutar como un enano escribiendo sobre su influencia en el mundo de las artes marciales, su forma de enfocarlas, el estricto entrenamiento al que se sometía y con el que alcanzó un físico y unas aptitudes que rallaban la perfección, pero considero que el campo que más podrá interesar al lector, a ti, es el de su filosofía, la cual, pese a estar ligada de forma intrínseca a las artes marciales, puede ser entendida, y espero que admirada, para el no practicante de cualquier disciplina marcial.

Según palabras del propio Bruce, él se consideraba en primer lugar un artista marcial, y en segundo, un actor de cine. Consagró su vida al estudio de las artes marciales y a llevar a su cuerpo y a sus aptitudes como luchador al límite. Según sus propios cuadernos de entrenamiento, en los cuales anotaba pormenorizadamente todo detalle concerniente al entrenamiento, sus rutinas comprendían un total de 8 horas de ejercicio diarias. Cierto día, debido a un precalentamiento demasiado precario, se lesionó el nervio sacro. Los médicos fueron tajantes, debía reposar unos meses en la cama para llegar a recuperarse, pues la lesión era grave. Imaginen lo que supuso para alguien como Bruce, todo un manojo de nervios, el plantearse si quiera el estar inactivo, tumbado en la cama y sin poder moverse, por espacio de muchos meses. Suponemos, y acertamos de lleno, que fue un duro trago para él. Sin embargo, como ya hemos dicho, Bruce no perdía el tiempo ni siquiera al verse postrado en la cama. Era un asiduo lector antes de dicha lesión, recordemos que se licenció en filosofía, pero al estar impedido, dicha afición por la letra impresa cobró más virulencia que nunca. Comenzó a devorar libros y a llenarlos de anotaciones a pie de pagina, a transcribir en sus notas aquellos párrafos, que a su parecer, brillaban con luz propia, tenían sentido incluso independientemente de la obra a la que pertenecían. Leyó a Alan Watts (1915-1973), filósofo ingles que había estudiado la filosofía y cultura oriental, convirtiéndose en una especie de puente cultural entre el pensamiento oriental y el occidental. Por sus manos pasaron también las enseñanzas de Lao Tzu y Chiang-tzu, las de Johann Wolfgang von Goethe, Kahlil Gibran, Fritz Perls, y en especial la filosofía de Krishnamurti… tardaríamos menos enumerando aquellos autores que no leyó.

Una de las fotos que tengo grabadas a fuego en mi cabeza, la cual creo recordar que la vi por primera vez en la revista Dojo, publicación especializada en artes marciales, era una en la que salía Bruce sentado bajo la luz de una lamparita con un libro en las manos, y en su espalda, una monstruosa biblioteca a rebosar de libros. En el pie de pagina ponía que su biblioteca personal rondaba los 2000 volúmenes.
Fue cuando dejé de verlo como el guerrero, y comencé a intuirlo como el pupilo.
La idea ya le rondaba por la cabeza antes de sufrir la lesión, pero el tiempo de meditación que esta le concedió (se recuperó ante todo pronostico en poco más de 3 meses), hizo que asentara la base de su filosofía, la cual chocaría con todo lo que tenia como cierto hasta la fecha.

Un buen símil, el cual tiendo a usar para establecer una comparación, es el de valerme de la figura de Martín Lutero, para referirme a lo que llevó a la practica Bruce. Que fue toda una reforma de lo establecido desde hace siglos en el campo de las artes marciales.
Las artes marciales comprenden infinidad de estilos, y aun hoy algunos tienen cierto hermetismo, Bruce se propuso, y en parte lo logró, arrojar luz sobre todo este asunto. Romper con todo lo establecido. Para él no existía una forma correcta de responder a determinado ataque u ofensa, pues toda acción es distinta y cambiante según las circunstancias. No había una forma definitiva, ya fuese la empleada por el karateka o el judoka, de responder ante una agresión. Es decir, que el estilo no limitase la acción.
“No tener ningún camino como camino, no tener ninguna limitación como limitación", recogía una de sus sentencias.

Pretendía librar a la lucha de todo aquello ornamental e innecesario. Valiéndose de las enseñanzas de Krishnamurti, llegó a la conclusión de que el concepto de aprender no era un proceso acumulativo, sino más bien de eliminar aquello no esencial, como el escultor que en lugar de añadir barro a la estatua, retira aquello no necesario para alcanzar la belleza de esta. Según palabras del propio Bruce, “ten el no-camino como camino”. Defendía ante todo el principio de la simplicidad a la hora de entablar combate usando la analogía del agua. En una entrevista televisiva concedida en el programa canadiense de Pierre Berton, el 9 de diciembre de 1971, declaraba con su acostumbrada elegancia poética lo siguiente:

"No te establezcas en una forma, adáptala, y construye la tuya propia, déjala crecer… sé como el agua. Vacía tu mente, se amorfo, moldeada… como el agua. Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se convierte en la botella. Si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El agua puede fluir o puede chocar, no tengas forma ni filo. Sé como el agua, amigo mío".

Y es que como todo arte, la naturalidad, la simplicidad, el preguntarte, como se preguntaba él, ¿cual es la manera de lograr expresarme como soy?, era lo imperante y necesario de alcanzar, más allá del adoctrinaje que encasillaba y basaba todo su potencial en lo ornamental de movimientos y poses que fallaban ante la naturalidad y lo imprevisible de una contienda real.

Teniendo en cuenta esto, y tras un duro análisis de mejora constante, Bruce acuñó su propio arte marcial, aunque como él dijo, “odié tener que darle un nombre”, pues esto venia a ser en parte encasillarlo, el Jeet Kune Do, en Cantonés, “El camino del puño que intercepta”.
Un método de combate totalmente trasgresor, sin posturas definidas y restrictivas, el cual bebía de las fuentes de la simplicidad y la naturalidad, logrando ser capaz de adaptarse a una situación no definida, totalmente imprevisible. Solía hacer referencia también al principio taoísta del Wu Wei, o axioma de la acción natural no forzada. Como su nombre indica, el arte de Bruce basaba todo su potencial en la anticipación y en el uso correcto de las fuerzas, tanto propias, como del contrario. Bruce, durante su convalecencia, estudio al detalle distintas artes marciales, como el boxeo, el kárate, la lucha grecorromana, el esgrima etc etc, e hizo una criba, eliminando sin dudar aquello innecesario, y quedándose con lo totalmente efectivo, así fue como surgió su arte.

Lo expresado en este articulo, sin duda de forma breve y tosca a causa de la admiración que proceso a su figura, solo es la punta del iceberg. La filosofía de Bruce va más allá de la aplicable al artista marcial. En vida escribió como un verdadero poseso, dejando su opinión sobre diversos temas, tales como la concepción del mundo, la identidad que el individuo tiene sobre si mismo… demasiado para recogerlo todo en un abreviado articulo. Mi intención era la de hacer un ligero acercamiento al pensamiento profundo y sumamente interesante del que hacia gala Bruce, el filosofo, el hombre, dejando a un lado al artista marcial y a la estrella de cine.

Me gustaría acabar con una de sus citas, una empleada en un capitulo de la longeva serie de televisión Longstreet (1970), donde Bruce aparecía como artista invitado en el episodio piloto.
En ella hace el papel de Li, un desconocido que por circunstancias salva al protagonista, el detective privado Mike Longstreet, del ataque de varios asesinos. Mike, sumamente impresionado por la intervención de Li, le pide por favor que le enseñe a luchar como él. En el diálogo siguiente, Bruce, que de alguna forma se interpretaba realmente a si mismo en ese episodio, expresa los axiomas básicos de su filosofía: el autoconocimiento y la evolución más allá de cualquier norma y sistema establecido.
A continuación transcribo el diálogo del que os hablo.

Mike: Estoy deseando vaciar mi taza para saborear tu té…

Li (Bruce Lee): Tienes la mente abierta, lo cual esta muy bien, pero eso no cambia nada. Yo no creo en sistemas, Sr. Longstreet, ni en métodos. Y sin sistemas, sin métodos ¿qué queda por enseñar?

Mike: Pero usted tuvo que aprender en algún momento. No nació sabiendo como presentar batalla y vencer a tres hombres usted solo (Mike se refiere a los atacantes de los que le salvó Li).

Li: Cierto, pero encontré la causa de mi ignorancia. No puedo enseñarte nada, solo ayudarte a que te conozcas a ti mismo…

Azhaag

2.25.2008

Música: The man with harmonica, de Ennio Morricone

Ennio Morricone (1928) es un compositor italiano de gran fama debido a sus colaboraciones con el mundo del cine. Amigo de la infancia de Sergio Leone, colaboró en casi todas las películas de este, dotándolas de una banda sonora del todo genial
The man with harmonica” es quizá, uno de sus temas más laureado y reconocido.




Azhaag

2.21.2008

Perlas del celuloide #01



















El retrato de Dorian Gray (1945)

“Alguien se ha suicidado por amor a ti. Me hubiera gustado conocer la experiencia. Las mujeres que me han admirado, han insistido todas en vivir mucho tiempo después de que dejaran de interesarme...”


Azhaag

2.20.2008

Música: Song for You, de Ray Charles

Pensaba que tenía escuchado por completo la discografía de Ray Charles, y de repente me topo con esta maravilla la tarde de ayer, mientras intentaba poner algo de orden en mi cuarto ¿Podré decir ahora que he escuchado todo cuanto a cantado el genial Ray, o habrá por ahí otra cancioncilla perdida?
De momento os dejo con esta desconocida, “Song for You”, de Ray Charles…



"Sé que su imagen de mí es lo que espero llegar a ser..."

Azhaag

2.17.2008

Artículo: Rob Gonsalves

Conforme subes a mi cuarto, en el último tramo de escalera, colgado de la pared tenemos “Il Desgielo” de Monet, es un cuadro que ejerce sobre mi cierta atracción que en ocasiones logra que me detenga en seco frente a el, pese a haberlo visto miles de veces ya.
Es un paisaje muy apagado, con un sol sin vida flotando en el cielo, el cual, sin embargo, esta derritiendo el lago helado que ocupa gran parte del cuadro. No entiendo de estilos, no comprendo si es más complicado usar la acuarela o el óleo, si es mejor esbozar a carboncillo o a grafito, que estilo, de los múltiples que hay, resulta el más complejo… soy un total profano en la materia, sin embargo la admiro. Quizá por la nula capacidad que tengo a la hora de dibujar. El caso es que hay veces, frente a ciertos cuadros, como el de Monet que cuelga en mi casa, que me quedo ensimismado mirándolos. Preguntándome cual de las millones de pinceladas que conforman el dibujo ha sido la primera en insuflarle vida al lienzo desierto, o cual ha sido la ultima, la cual para el artista, era la necesaria para poder completarlo. Pensamientos tales como si lo que reposa en el lienzo, ese paisaje inmortal e imperecedero, existe de verdad en algún lugar. Si la hoja que el pintor tuvo a bien pintar suspendida en el aire, en verdad, hace años que llegó al suelo.
O si de lo contrario, tal lugar no existe en ninguna parte. Si ese árbol con esa rama quebrada jamás dio sombra alguna, o si ese lago cuyas aguas lamen las rocas negras enclavadas en la tierra, cuyo verdor compite con el de las hojas de los árboles, en realidad, solo existieron tras crearlos el artista. Fueron para él ese lugar de retiro que nunca encontraba.
Como digo, no entiendo, pero ansío comprender, por lo que me acerco casi a diario a los principales maestros de la pintura y a sus obras, y también a los menos reconocidos, a esos que no figuran en los anales del arte vete tú a saber porqué, como ya os digo, yo no entiendo…

El extraño de hoy me voy a encargar que deje de serlo para ti, se llama Rob Gonsalves y es de Canadá, nacido en 1959, en Notario. Se dice admirador y estar influenciado por Salvador Dalí, para la crítica, para los que entienden, su arte entra dentro del género de “realismo mágico”. Tiene verdaderas maravillas, pero yo he seleccionado mis favoritos.
Los cuales no me importarían que acompañasen a Monet en mi escalera.



















































2.13.2008

Relato: Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj, de Julio Cortázar


Ya me pasó con Kipling y ahora me ocurre con Cortázar. Hace no mucho descubrimos que los creativos de publicidad se valieron de un poema de Kipling para maravillar al mundo con un genial spot publicitario, pues bien, otro anuncio televisivo que tiene como protagonista un reloj y un coche vuelven a tener su origen en la prosa de otro de los grandes, de Julio Cortázar.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

El spot publicitario en cuestión:



Los creativos de publicidad son cualquier cosa menos creativos según se ve… Esta claro que son del parecer de que la originalidad muere ahogada inmersa en el basto océano de lo ya creado.
Triste, muy triste…

Azhaag

2.09.2008

Relato: Caronte, de Lord Dunsany


Caronte se inclinó hacia delante y remó. Todas las cosas eran una con su cansancio.
Para él no era una cosa de años o de siglos, sino de ilimitados flujos de tiempo, y una antigua pesadez y un dolor en los brazos que se habían convertido en parte de un esquema creado por los dioses y en un pedazo de Eternidad.
Si los dioses le hubieran mandado siquiera un viento contrario esto habría dividido todo el tiempo en su memoria en dos fragmentos iguales.
Tan grises resultaban siempre las cosas donde él estaba que si alguna luminosidad se demoraba entre los muertos, en el rostro de alguna reina como Cleopatra, sus ojos no podrían percibirla.
Era extraño que actualmente los muertos estuvieran llegando en tales cantidades. Llegaban de a miles cuando acostumbraban a llegar de a cincuenta. No era la obligación ni el deseo de Caronte considerar el porqué de estas cosas en su alma gris. Caronte se inclinaba hacia adelante y remaba.
Entonces nadie vino por un tiempo. No era usual que los dioses no mandaran a nadie desde la Tierra por aquel espacio de tiempo. Mas los Dioses saben.
Entonces un hombre llegó solo. Y una pequeña sombra se sentó estremeciéndose en una playa solitaria y el gran bote zarpó. Sólo un pasajero; los dioses saben. Y un Caronte grande y cansado remó y remó junto al pequeño, silencioso y tembloroso espíritu.
Y el sonido del río era como un poderoso suspiro lanzado por Aflicción, en el comienzo, entre sus hermanas, y que no pudo morir como los ecos del dolor humano que se apagan en las colinas terrestres, sino que era tan antiguo como el tiempo y el dolor en los brazos de Caronte.
Entonces, desde el gris y tranquilo río, el bote se materializó en la costa de Dis y la pequeña sombra, aún estremeciéndose, puso pie en tierra, y Caronte volteó el bote para dirigirse fatigosamente al mundo. Entonces la pequeña sombra habló, había sido un hombre.
"Soy el último", dijo.
Nunca nadie antes había hecho sonreír a Caronte, nunca nadie antes lo había hecho llorar.

Lord Dunsany

2.07.2008

Microrelato: Miedo


“Para quien tiene miedo todo son ruidos.”
Sófocles

Se encontraba en su casa a oscuras, como siempre…
Pero un día se vio obligado a salir a la calle y a la luz exterior. Para él fue como si lo pariesen por segunda vez. Todo le resultaba nuevo y demasiado amenazador. Era como si el mundo tuviese dedos que lo palpaban con curiosidad.
El viento le rozaba y alborotaba su cabello, el sol, que brillaba enfrente de él, calentaba sus pálidas mejillas, la arena que pisaba crujía de forma lastimera bajo su propio peso, y había demasiados colores en todo, en el cielo, en las flores, en los árboles… aquello fue demasiado para él, giró sobre sus talones dispuesto a entrar de nuevo en la seguridad que le brindaba la oscuridad de su casa, pero se paró en seco.
Había alguien entre él y la puerta. Erguido amenazador y vistiendo ropas negras. Asustado, comenzó a correr tratando de huir, pero aquella persona lo siguió. No era capaz de dejarlo atrás mientras profería alaridos y corría cada vez más aprisa.
Aquel desconocido le pisaba los talones. Corrió y corrió, hasta que llegó un momento en que el aire que respiraba era como fuego que lo abrasaba por dentro, y las piernas parecían que iban a explotarle de un momento a otro. Cuentan que aun sigue corriendo y gritando, con el cabello encanecido por el miedo, pues aun le sigue su propia sombra.

Azhaag

2.06.2008

Poesía: Poesía amiga II

El amigo Juanqui vuelve a regalarnos una de sus poesías. Esta en concreto la escribió de madrugada, quien sabe si fruto de ese insomnio amateur que gasta últimamente.
Os dejo con ella…


A contrareloj


En el abismo de una habitación
Las paredes no tienen nombre
El arco iris pierde el color

Degustando una angustia sin sabor
No hay humano incoherente
Solo miedo sin dolor

Olvido el día
Con veinticuatro horas de antelación
Sigo buscando
El alimento de un gentil temor

Doy media vuelta
Me refugio en mi caparazón
En una esfera
Guardo restos de un tiempo mejor

En la catarsis de la sin razón
Las reglas cambian de piloto
Todo está bajo control

Tiñendo los impulsos de azar
La mentira no tiene nombre
Tu refugio está al llegar

Salgo a la caza
De ideales basados en la verdad
Sigo buscando
Las causas de un principio sin final

Atormentado
Dejo que el tiempo mate al temporal
No habrá legado
Mis emociones se evaporarán

En los pilares de la humillación
El meridiano abruma al hombre
El erudito duerme en paz

En las palabras sin esplendor
Lo que la verdad esconde
Está oculto en un cajón

Olvido el día
Con veinticuatro horas de antelación
Sigo buscando
El alimento de un gentil temor

Doy media vuelta
Me refugio en mi caparazón
En una esfera
Guardo restos de un tiempo mejor

Sin alegrías para desechar
El monte corre hacia el lobo
Las hienas lo esperaran

Con la mirada puesta en el sol
Tu andadura ya se ciega
El fuego apaga el calor

Salgo a la caza
De ideales basados en la verdad
Sigo buscando
Las causas de un principio sin final

Atormentado
Dejo que el tiempo mate al temporal
No habrá legado Mis emociones se evaporarán


Dirty Dog

2.03.2008

Relato: El otro yo, de Mario Benedetti


Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el proposito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

Mario Benedetti