4.23.2008

Perlas del celuloide #04

El mismo Dan Millman, protagonista real de esta asombrosa historia, asegura que el personaje de Sócrates, interpretado de forma magistral por Nick Nolte, existió de veras. Y que le ayudo tal y como se muestra en el film. El guerrero pacifico (2006), es una de las películas que más me han impactado en los últimos años, pues hace hincapié en las escenas que yo más agradezco de ver en una historia, que en resumidas cuentas no son más que aquellas en las que en un plano sencillo de cámara, se muestran a dos personajes hablando. Pues para mí los diálogos, tanto en el cine como en la literatura, son el alma de las historias.




















La escena que os muestro a continuación recoge uno de los diálogos entre el joven Dan y Sócrates. Dan se ha iniciado ya en la nueva filosofía que Sócrates le ofrece, y esta dispuesto a llevar su vida a un plano superior, olvidando el terrible accidente que sufrió y que lo apartó de la gimnasia.

-Si me lo preguntas… haré lo que me digas –le contesta Dan a Sócrates.

-Muy bien…

-Así es –afirma Dan.

-…creo que deberías seguir con los entrenamientos de gimnasia –dice Sócrates.



El dialogo traducido es el siguiente:

“-Un guerrero no se rinde ante lo que le apasiona, Dan. Encuentra el amor en lo que hace…

-¡Mírame! Mírame. Llevo un clavo en la pierna.

-Ser guerrero no es ser perfecto, o salir victorioso, o ser invulnerable. El guerrero es totalmente frágil, ahí esta su coraje…

-¿Y como crees que puedo entrenar? He tenido un accidente.

-¡El accidente es tu entrenamiento! La vida es elegir, puedes elegir ser una victima o cualquier otra cosa que te propongas.

-¿Cómo si nada hubiera pasado?

-Un guerrero actúa, el tonto sobreactúa…

-¿Y si no puedo hacerlo?

-Eso es el futuro… ya lo veras.

-¿Por donde empezamos?

-No hay que empezar ni parar. Solo hacerlo.”


Azhaag

4.20.2008

Perlas de sabiduría: William Blake




"Para ver el mundo en un grano de arena,
Y el cielo en una flor silvestre,
Abarca el infinito en la palma de tu mano
Y la eternidad en una hora."



Fragmento de "Las bodas del cielo y el infierno", de William Blake

4.16.2008

Artículo: Asesinos made in spain


“Y entonces, una vez que uno esta muerto ¿Qué pasa?
Lo cogen, lo detienen, lo encierran en la cárcel, y yo muerta,
y él en la cárcel. Y ya no hay más solución…
Declaración de Teresa de Macanás para la televisión.


A los asiduos al cine se les inculca de forma casi subliminal, entre palomita y sorbo de cocacola, que los asesinos más desalmados parecen solo operar en América. Películas tan aclamadas y celebres como “El silencio de los corderos”, o “La matanza de Texas”, por poner un ejemplo, dan a entender al espectador que tales baños de sangre suceden solo muy lejos de nuestra península. Vaya usted a saber porque, lo mismo es que aquí somos más civilizados, pensaran más de uno. Lo que se tiende a olvidar es que el único requisito para que en cualquier enclave del mundo se produzca un asesinato es la sola presencia del hombre. En la localidad de Santomera (Murcia), el pasado día 15 de abril del 2008 se produjo un hecho sin precedentes que ha dejado a la población muda, pues aseguran aun los residentes, nadie se podía imaginar lo acaecido allí. El reloj de la iglesia marcaba las nueve de la noche, y al son del toque de campanas alguien andaba sin rumbo por la plaza del pueblo. Era un muchacho conocido en la localidad por protagonizar diversos episodios de malos tratos hacia su madre, por los cuales incluso había sido detenido años atrás. Los vecinos decían que estaba algo “pallá”, y los diagnósticos médicos corroboraron esta observación definiéndola como esquizofrenia. Independientemente de cual fuese la opinión médica, los vecinos lo tenían claro, mantener las distancias con el hijo de Teresa era lo más aconsejable. Aquella noche se cruzó con varias personas, las cuales se limitaron a bajar la vista y apretar el paso. Iba sin camiseta, con aspecto desaliñado, y portando algo entre sus brazos. Una especie de fardo cubierto con trapos. Supongo que alguien con más redaños que los demás se paró un segundo a observar a su convecino, que seguía deambulando por las calles de Santomera. Y supongo también, pues los datos facilitados por la prensa y los medios son escuetos y clónicos cuando uno se pone a compararlos, que dicho individuo reparó en aquel fardo que el hijo de Teresa no apartaba de su pecho. Al acercarse a él con intención de ayudarle, se percataría de que aquel fardo cubierto con telas goteaba. Estaba dejando un bien definido reguero de lo que a priori parecía sangre.

-Es la cabeza de mi madre –dijo mientras cobijaba receloso entre sus brazos aquel fardo.

Supongo, otra vez, que alguien con iniciativa llamaría a las autoridades pertinentes. Que se personaron y cercaron al hijo de Teresa, que de nuevo, a la pregunta de que es lo que llevaba entre sus brazos, aquel joven respondió la misma locura.

-Es la cabeza de mi madre…la he matado, ahora esta callada –mientras bajando la mirada y acariciando aquel bulto, añadía. –Te quiero mucho.

Y efectivamente, aquello no era una broma macabra. Lo que parecía un reguero de sangre, lo era, y el bulto que se adivinaba bajo las telas era la cabeza cercenada de Teresa de Macanás de 56 años, y madre de aquel individuo enfermo de esquizofrenia.
Pero no se sorprendan, por favor, se que el hecho puede chocar de primeras por la violencia del mismo. Eso de decapitar es bastante más sucio y aparatoso que el liarse a puñaladas con la susodicha. Pero como les digo, no se sale de la normalidad, solo que en lugar de proyectarse en el celuloide, pues a pasado en la calle de alguien que bien podría haber sido la tuya. Si lo analizas fríamente, no es más que la cercanía del crimen la que te ha puesto nervioso, tanto te da que la victima haya sido decapitada, quemada a lo bonzo o ahogada en su bañera, lo que te inquieta de veras es que no haya sucedido en algún pueblucho yanqui como en las películas del cine. Y la gracia del asunto, la maldita ironía macabra que encierran estos episodios que acaban con el cadáver de una señora sobre un charco de sangre, es que la tragedia se venia anunciando desde hacia ya años. Teresa había acudido como ultimo recurso, y totalmente desesperada, a una cadena de televisión para exponer su caso, su día a día conviviendo con un hijo enfermo de esquizofrenia que la apalizaba hasta tal punto, que había llegado a temer incluso por su vida. Aquella señora demandó ante miles de espectadores una ayuda, para que la policía, o las instituciones psiquiatritas, o el responsable de turno tomara cartas en el asunto y la ayudasen a apartar a su hijo de su lado, el cual ya había sido detenido temporalmente acusado de malos tratos, y de nuevo, pensando quizás que una temporada en el calabozo cura la esquizofrenia, puesto en libertad y junto a su señora madre. Pues bien, el final era el anunciado por esta señora que vivía sintiendo próximo su fin. Lo único que espero es que, a los responsables de haber escuchado a esa mujer que entre lagrimas les pidió ayuda e hicieron oídos sordos, y manos incompetentes, no pasen una sola noche en la que no vean en sueños al hijo de Teresa paseando la cabeza de su madre mientras en lo alto del campanario replican campanas. Que no vuelvan a tener una noche tranquila en sus vidas, atormentados por el fantasma de lo que debieron hacer y no hicieron.


Azhaag

4.15.2008

Música: I want it all, de Queen

Más de 300 millones de discos vendidos los respaldan, fueron y serán una de las mejores bandas de rock de todos los tiempos. La banda Queen, capitaneada por el genial Freddi Mercury, en uno de sus más aclamados temas.



Azhaag

4.13.2008

Articulo: Duro como el diamante, flexible como el bambú


Se flexible, pero no dócil.
Se firme, pero no severo.

Bruce Lee


De nuevo me encaro con el folio en blanco para acercaros un poco más a la filosofía del pequeño dragón, el genial Bruce Lee. De veras os digo que para mí supone un gran esfuerzo hacer tal cosa por distintos motivos, el primero es que el volumen de material a manejar es tan inmenso, tantos conceptos y matices engloban sus ideas, que pretender resumir, aunque sea una de las más pequeñas de sus anotaciones, supone un agotador ejercicio de síntesis para el cual no me veo en absoluto capacitado. Por otra parte esta la sincera admiración que siento por su figura, la cual, si no me pongo yo mismo algo de freno, me empujaría a que fuese cualquier cosa menos objetivo a la hora de escribir sobre él y sus ideas, por lo que, lo crean o no, escribir este articulo no supone para mi un plato de buen gusto en absoluto. No escribo relajado y de forma distendida como acostumbro, sino que me encolerizo ante el teclado, las palabras desaparecen cuando digo de buscarlas en mi cabeza, lo que vendría a ser un titubeo pero extrapolado a la escritura, y me siento presionado con la expectativa de hacer esto de la mejor forma posible para contentar a quien, como yo, siente un enorme respeto por la figura de Bruce. En fin, vamos allá… Dentro de sus muchos escritos, recapitulados de distintas formas en variadas antologías de artes marciales, hay uno en concreto que desde siempre me maravilló. Para Bruce, toda persona era un guerrero atrapado bajo diversas capas, sociedad, cultura, limitaciones propias e impuestas, pero que a la hora de la verdad, daba igual que dicho individuo fuera un artista marcial, una ama de casa, un banquero o una abogada, siempre se presentan en la vida, y bajo mil mascaras, situaciones en las que o luchas o mueres. O te yergues, o caes para no volver a levantarte jamás. Por lucha entendemos aquella que lleva a cabo todos los días la madre de dos hijos, cuyo marido se fue a por tabaco hace ya mas de cinco años, y que no duda en seguir levantándose por la mañana para pelear a brazo partido con el mundo por ella y por sus niños. La del padre de familia que es despedido con cincuenta y cinco años y se queda en la calle sin saber muy bien que hacer, sin saber hacia donde dirigirse, pues parece que le han arrebatado el norte, o la de la pareja joven e idealista de tortolitos que, tras quedarse ella embarazada, por esos bromas carentes de gracia que hace a veces el destino, su primer hijo nace tetrapléjico, sobrellevando el duro golpe que esto supone y haciendo malabares con las facturas de los cuidados especiales que tiene que recibir su hijo. Todas estas personas, que aquí en mi artículo no tienen cara ni nombre, en la vida real tienen hasta apellidos y numero del dni. Y todas son guerreros. Para Bruce, lo importante para elevarse por encima de los contratiempos era la capacidad de adaptación del individuo. Imaginen, me valdré de una cita del propio Bruce para ilustrar el ejemplo, que somos un corcho cabalgando por encima de las depresiones de las olas en un océano tormentoso. No hay ola capaz de hundirnos, por que nos valemos de su propia fuerza para volver a coronar su cresta. Debemos, lejos de sucumbir, limitarnos a plegarnos ante la adversidad. A fluir con ella, a ceder sin rompernos. Matizare aun más el ejemplo de cuan importante es la adaptación del guerrero para salir airoso de cualquier batalla. Cuando Bruce preparaba en agosto de 1972, la que seria su cuarta película, tenia bien claro lo que pretendía plasmar en pantalla. Recordemos que, como todos los actores supongo, al principio de su carrera Bruce carecía por completo de opinión y voto en sus primeros trabajos, pero que al consagrarse como una súper estrella en Hollywood, en esta su cuarta película, haría las veces de guionista, director y protagonista, es decir, veríamos todo cuanto quería mostrarnos Bruce sin intermediarios ni nadie por encima de él en la cadena de producción del film. Desgraciadamente Bruce murió poco antes de terminarse la película, quedando grabadas únicamente las escenas de acción de esta. Pero los esbozos e ideas sobre lo que querría enseñar en pantalla estaban ahí, bien a la vista. Bruce quería, dentro de la trama argumental de la película, mostrar una contienda a varios niveles. Una serie de enfrentamientos de él contra distintos practicantes de artes marciales, en los cuales, o bien se adaptaba al estilo de su contrincante, o moriría entablando combate. La acción de desarrollaría en el interior de una pagoda, y la pagoda tendría varias plantas, donde aguardaban sus oponentes. Bruce lo tenia claro, era un momento perfecto para enseñar al mundo el súmmun de su idea de la adaptación como facultad para sobrevivir en cualquier entorno. Había pensado incluso una escena inicial con la que mostraría al espectador, en un despliegue puramente poético, el principio básico de esta idea. La película daría comienzo con el primer plano de un hermoso paisaje, donde los árboles cubrirían el fondo, matizando el verde de sus copas con el azul oscuro del cielo. A los segundos se desataría una fuerte nevada, la cámara se adentraría hacia el bosque, como buscando refugio, deteniéndose junto a un majestuoso roble y un sauce. El sauce seria vapuleado por la tormenta, moviéndose por completo sus ramas y doblando su tronco por la acción del viento, mientras que el roble permanecería firme. De repente se oiría un fuerte crujido, y una pesada rama del roble, cubierta por entera de nieve, acabaría cediendo y precipitándose hacia el suelo. No pudiendo la rama soportar la presión que la nieve ejerce sobre ella acabaría rota. Entonces la cámara giraría hacia el sauce que se dobla por la fuerza del viento. Como el sauce es capaz de adaptarse a las condiciones del entorno consigue sobrevivir. Flexibilidad, adaptación y tenacidad parecen ser la piedra angular sobre la que Bruce daba a entender se asentaba la supervivencia del guerrero.
Por ello, creo que coincidiría conmigo Bruce al sentenciar que, si somos humildes como un corcho arrojado al mar, somos a la par imposibles de hundir. Si somos recios como el diamante pero al mismo tiempo flexibles como el bambú, nada puede quebrarnos, y si lejos de permanecer quietos y estancados, fluimos, seremos como el agua que corre eterna por el río sin llegar jamás a pudrirse.

Azhaag

4.10.2008

Artículo: Ayer volé

“-Wendy, Wendy, cuando estas durmiendo en esa
estúpida cama podrías estar volando conmigo,
diciéndoles cosas graciosas a las estrellas.”

Peter Pan, de J.M Barrie


La gente no me cree cuando les aseguro que ayer volé. Ahórrense las gracias y los comentarios sarcásticos, que si la gravedad por aquí, que si a Newton las manzanas se le caían, bla bla bla… les digo que yo ayer volé. Me encontraba en mi cuarto, libro en mano, a solo un par de líneas de terminar el capitulo, cuando sentí algo. No sabría como describirlo, podría colgarle un puñado de calificativos y matices, y sin embargo, nada tendría que ver con la sensación que me recorrió el cuerpo. La antesala de dicha sensación fue un calambrazo que hizo que me encorvara como un gato bufando, tan fuerte fue, que mis dedos se aflojaron dejando caer el libro al suelo. Y al segundo, la sensación de la que os hablo, indescriptible, apenas narrable solo por intuición ¿Alguna vez han tenido una certeza? Algo incuestionable. Pues fue eso lo que surcó mi mente como un flash, una convicción inapelable a cualquier razonamiento lógico. De igual forma que uno no duda al levantarse por la mañana de si podrá ese día andar, yo en ese momento sabia a ciencia cierta que podía volar. Encaminé mis pasos hacia el balcón y, de un grácil salto, sin preocuparme nada, me encaramé a la barandilla. Desde allá en lo alto el sentido común me gritaba dejándose la voz, “pon los pies en el suelo, chaval… que la hostia va a ser de antología”, pero la suave brisa que alborotaba mi cabello aquella mañana parecía puesta ahí adrede para llevarme de la mano en lo que seria mi primer vuelo. Desde abajo, a pie de calle, mi silueta dibujándose sobre el cielo debía de parecer la de un funambulista.

-¡¡No, no saltes chico!! –me gritó una vecina llevándose las manos a la cabeza.

Por el berrido que profirió la mujer de funambulista nada, daba más el perfil de un suicida dispuesto a reventarse contra el pavimento. Pero es que yo podía volar ¿Por qué sino iba hacer equilibrios en la barandilla? La mujer abajo seguía gritándome una retahíla de frases de aliento y esperanza, por lo que decidí callar a aquella escandalosa mostrándole que a mi eso de la gravedad no me afectaba, y que mi intención no era acabar con mi vida, sino tan solo la de volar. Alcé los brazos y la cabeza, dejando que me bañase el sol, y salté. He de confesar que me invadió un pánico mudo, carente de todo grito, ya gritaba bastante la señora de abajo, cuando en lugar de salir disparado hacia arriba, me precipité hacia abajo. El asfalto se acercaba cada vez más a mi, o yo a el, no se. Mientras, la mujer seguía gritando, ya no frases de apego hacia la vida, sino gritos de pánico más acordes con la nueva situación, en la que mi inminente hostión con el suelo parecía ya ser algo irremediable. Pero ya os digo que podía volar. Unos dos metros antes de besar el suelo, mi cuerpo entero se paró en seco, quedándome suspendido en el aire, justo encima de la vecina, la cual se le había roto el grito en la garganta, y ahora me miraba con los ojos como platos y la boca tan abierta que podía verle hasta los empastes.

-Es que es la primera vez que vuelo, no lo tengo aun muy dominado –le dije, como si aquello explicara que estuviese levitando encima de ella.
Su gesto no varió, el rictus de asombro se le había quedado petrificado en el rostro.

-Siento haberla asustado, perdone…-y dicho esto, y con un ascenso algo irregular, supongo que propio de alguien que se inicia en esto de volar, comencé a ganar altura, dejando a mi vecina allí, siguiéndome con la mirada y con la boca aun abierta.

Me elevé sin miedo, hasta ver por completo mi pueblo. Me quedé de nuevo suspendido allá arriba, donde apenas llegaban ruidos, donde el aire parecía más puro. Y me dio por reír, reír como un verdadero loco feliz por algo que parece entender solo él ¿Qué porque reía? Quizá fuera por estar, a todas luces, en un lugar donde nadie había estado nunca, suspendido en mitad de la nada. Lo mismo era por el mero hecho de volar, tal vez fuese la sensación tan inmensa de libertad que recorría mi ser, me daba igual, no pensaba ponerme a analizar el porqué de mi alegría. La sensación en si misma imperaba sobre todos los porqués. Desde arriba pude ver como dos niñas interrumpieron sus juegos y levantaban sus dedos señalándome en el cielo. Al poco, más niños que jugaban en el mismo parque, se unieron a las dos niñas, mientras a gritos, enunciaban que había alguien volando entre las nubes. Los coches comenzaron incluso a pararse en mitad de la carretera, y sus conductores salían y, usando su mano a modo de visera, me miraban también perplejos. En cuestión de minutos, como un reguero de pólvora, mi presencia en los cielos pasó de boca en boca, y todos salían a la puerta de sus casas a verme. En poco tiempo yo diría que tenia a media Granada mirando hacia arriba. Me vi indeciso en cuanto a que hacer, si en bajar y explicar porque volaba, lo cual, después de pensarlo un instante, no sabía porque podía hacerlo. Además, sin ponerme a cuestionar el grado de cultura de los habitantes de mi pueblo, sino más bien teniendo presente el axioma humano de temer todo aquello que desconocemos, lo mismo me linchaban nada más posar mi pie en el suelo, mientras al grito de ¡brujería, brujería! me llevarían en volandas a la plaza para meterme fuego movidos por una reminiscencia inquisitorial. O lo mismo no, oye, me decía debatiéndome a mí mismo, lo mismo bajas y todo son sonrisas y elogios, que si palmadita en la espalda, que si oye tío, como has hecho eso. Y a esto que allí, suspendido sobre miles de cabeza, va y me suena el móvil. Lo cogí raudo para decirle a quien fuera que me pillaba muy ocupado, sopesando a cientos de metros de altura el grado de tolerancia de la gente. Pero no me llamaba nadie, era la alarma del teléfono la que sonaba. Hit the road Jack, del amigo Ray Charles. Fue escuchar la primera frase de la letra de la canción y me empecé a notar más consciente de mis ochenta quilos de peso, los cuales, valga la expresión, comenzaron a volver a pesarme. Y entonces me precipité hacia abajo, preso de nuevo de la gravedad, de las manzanas y de la madre que parió a Newton. El gentío comenzó a gritar al unísono, y juraría que pude volver a oír la voz estridente de mi vecina por encima de todas, de nuevo, dándole banda sonora a mi caída en picado. Me desperté en mi cama, con la alarma del móvil sonando como cada mañana a ritmo de jazz. Alargué el brazo y cogí el móvil para hacer callar a Ray, y entonces, de nuevo, aquel latigazo de electricidad sacudiéndome hasta el tuétano, y de nuevo, los dedos volviéndose mantequilla y dejando caer el teléfono al suelo. Y de nuevo, la convicción de estar en posición de poder desafiar a las alturas. Me asomé al balcón, y ¿saben qué? Soplaba una brisa que invitaba a volar.

Azhaag

4.06.2008

Perlas del celuloide #03

Copia del fragmento en español:

“A partir de aquel momento decidí coger las riendas de mi vida. Me propuse convertir mi cuerpo en un arma. Quería ser guerrero y alumno, boxeaba, y estudiaba. Empecé a leer a autores negros como William Du Bois y Richard Ruait. Así que renuncié a todos los lujos inútiles que la mayoría de los reclusos ansiaban, las revistas de chichas desnudas, el tabaco, las películas… ¡les odiaba! Es más, odiaba a todo el mundo, ni siquiera hablaba su idioma; yo hablaba odio, y los verbos eran mis puños. Decidí firmemente convertir mi cuerpo en un arma que llegado el momento pudiera liberarme, o matar al que intentara recluirme en una prisión.”



“-Es muy importante conseguir superar las barreras que nos inmovilizan ¿lo sabias? Has aprendido a leer, a escribir. La escritura es… puf, es magia ¿Nunca lo has sentido así?

-Si, creo que si…

-Cuando empecé a escribir descubrí que estaba haciendo algo más que contar una historia…la escritura es un arma, y es más poderosa de lo que jamás podrá ser un puño.”


Huracan Carter (1999)