9.23.2009

Artículo: Coleccionando palabras


“Polonio: ¿Qué leéis, mi señor?
Hamlet: Palabras, palabras, palabras…”

Hamlet, de William Shakespeare

Hay quien colecciona sellos de cartas que jamás se atrevió a enviar. Hay quien prefiere ensartar en un corcho a una mariposa y dar al traste con su vida y su grácil vuelo. Luego están los otros, quienes les da por coleccionar monedas de otros países, en lugar de viajar al país en cuestión y arrojar dicha moneda al sombrero raído que yace a los pies del músico ambulante, harapiento, y siempre tocando con más pasión que acierto a cambio de morralla. A otros especimenes les da por coleccionar minerales, quizá respondiendo a un acallado sentimiento megalómano que satisfacen a medias creyendo tener, en esencia, entre su rosa de los vientos, su amatista y su pirita, los materiales con los que se edificó el mundo al alcance de su mano. Hay gente para todo, y como pueden comprobar, tengo suficiente acierto para menospreciar dicha remesa de colecciones, y al mismo tiempo, defender con uñas y dientes la mía ¿Qué que colecciona servidor? Palabras, señores. Ristras y ristras de consonantes perladas con vocales y aderezadas con una variada gama de signos de puntuación. Llevo haciéndolo desde que tengo uso de razón, o más bien, capacidad para leer y escribir. No sabia, o mejor dicho, no me atrevía a leer sin un lápiz y un trocito de papel al lado. Cuando comenzaba la lectura, llegaba a un párrafo o a un diálogo, en el cual la belleza de lo contado me impactaba de lleno, y como me resolví rápidamente ante la obviedad de que copiar el texto íntegro suponía pausar la lectura demasiado, un coitus interruptus en toda regla, opté por dármelas de críptico. Apuntaba por ejemplo: “110-1-No pido…”, y con este cifrado me las entendía perfectamente de desear volver a leer el párrafo en concreto en la página en cuestión. Les contare mi triquiñuela; el primer digito hacia referencia a la pagina del libro. Después, le seguía otro numero, que siempre era o el uno, o el dos, o el tres. Fragmentando la pagina mentalmente en tres partes (parte de arriba de la hoja, medio y final de esta), según donde estuviese más o menos la cita a destacar, anotaba un uno para el borde superior de la hoja, un dos para el medio, y un tres para el final de esta. Y por último, las palabras con las que empezaba la cita. Con este indicador tan versátil y rápido de anotar, comencé a llenar la hojita adjunta al libro con más y más referencias de donde se hallaban las citas. Y una vez terminada la lectura, dicha hojita la guarecía entre sus hermanas mayores, justo en mitad del libro, y ahí se quedaba. Como todo un mapa del tesoro solo legible para ojos adiestrados. El sistema me valió durante años, pero di con uno incluso más cómodo. Ahora, en lugar de leer con un bolígrafo y un trozo de papel al lado, lo hago con el móvil siempre cerca. No es porque espere la llamada de la última conquista de melena negra y ojos soñadores, sino porque dentro del complejo mecanismo de todo móvil, acabe por hallar con una herramienta mucho más cómoda y rápida para hacer mi particular antología a la hora de leer. Que no es otra cosa que la opción de poder grabar la propia voz que todo móvil brinda al usuario dentro de su apartado multimedia. Así que al tiempo que leía, grababa en mi móvil la antología seleccionada. Rápido, cómodo y mucho más completo que el sistema arcaico de la infinita hilera de números sobre la hojita. Al acabar el libro, encendía el ordenador, le daba al play, y me limitaba a transcribir lo que yo mismo me dictaba. Así que ya ven, yo me limito a coleccionar descripciones, diálogos, soliloquios, reflexiones, conjeturas y demás contenido variado que halla uno escarbando en las hojas de un libro. Y es que, como les decía, hay gente para todo… ¿qué sentimiento satisfago haciendo esto? Francamente, no lo se a ciencia cierta. Pregúntense, ¿qué magnetismo empuja a dejar al estudiante de bellas artes embobado ante una obra que cuelga de la pared de un museo? Quizá hablemos de lo mismo, de esa forma de intentar ver, a fuerza de observarla una y mil veces, los engranajes de la genialidad. El uso de aquel u este adjetivo en la frase. Su manufactura. Hace tiempo que perdí mis ojos de lector, al tornarse estos, por la alquimia de la ilusión, en verdaderos ojos de halcón que lo escudriñan todo, mitad fascinados, mitad ávidos, por buscar en la estructura de las frases el proceder que me eleve al estatus de escritor que aspira a escribir cosas dignas de leerse. Hace tiempo le escuché decir a Stephen King en uno de sus libros, que si uno no dispone de tiempo para poder leer, no dispondrá del método o las herramientas necesarias para poder escribir. Partiendo de eso, precisamente, de semejante silogismo que empuja a la lectura y a la escritura a la misma espiral que se retroalimenta a si misma, nace el porque de mi colección. Y a diferencia de los cenutrios que coleccionan otra clase de fetiches, yo juego con ventaja. Llegara el día en que se agoten las vetas de minerales, el día en que los fabricantes de sellos echen la persiana, al no usarlos la gente más a causa de la innecesidad de decirse nada los unos a los otros. El día en que no queden más mariposas que empalar para admirar su belleza sin vida y su vuelo muerto y congelado. Días tristes en que no queden más monedas con las cuales jugarnos, a cara o cruz, una decisión importante a falta de redaños para elegir prescindiendo del azar. Llegara el día, y todos estos panolis se miraran contrariados, sin saber que hacer. Y mientras tanto, yo seguiré a lo mío. Coleccionando párrafos y frases. Los ríos de tinta jamás se secan, pues el mismo hombre es, a la vez, manantial del que nacen y viajero sediento que se acerca a ellos para calmar sus ansias. Mi colección jamás tendrá fin, jamás estaré cerca siquiera de acabarla; ahí radica mi dicha. A esta rata de biblioteca la matará antes una indigestión de letra impresa, que fenecer a causa de una inanición por la ausencia de páginas que roer.

Azhaag

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una belleza
:)

Hibris. dijo...

Que bueno Ruben, me ha gustado mucho. Muy bien escrito, con mucha ligereza, muy bueno.

Comentarte que yo tambien colecciono el mismo tesoro que tu, aunque el metodo sea un poquito distinto. En mi lectura si que realizo un coitus interruptus en toda regla, como tu le llamas, jejeje. Tengo especial predileccion por las libretitas pequenas, en las que apunto aquellas frases o parrafos que por cualquier motivo llaman mi atencion. En alguna ocasion he recurrido a apuntar simplemente el numero de la pagina, por no poder en ese momento escribir o, simplemente, por no tener ganas ipso facto. Pero no tengo un metodo tan destilado como el tuyo de dividir mentalmente la pagina en tres y demas... y mucho menos grabar en el movil la lectura y luego trascribirla a un documento; la tecnologia no es mi fuerte...jejeje

Me ha gustado mucho leerte, sigue asi.
Un beso,

Laura