-Por favor, padre. No puedo hacerlo...
-Hazlo -sentenció aquel hombre con ínfulas de Dios.
Reparó en la fragilidad de su criatura. Negro sobre blanco, solo una palabra lo definía como entidad ante sus ojos. Desde el níveo papel, la criatura imploró.
-Te lo ruego. No me obligues a ir hasta allí.
-Hazlo, o juro por mi vida que emborronare tu pasado, presente y futuro con trazos nerviosos y tinta abundante. Hazlo, o te arrancare de cuajo, convirtiéndote en una inservible hoja más que alimentara la hoguera esta noche.
La criatura miro a los ojos de su creador, mas no halló compasión alguna. Soló fria determinación. Respiró hondo, y dio el paso que le quedaba hasta el punto final de la historia de su vida.
Azhaag
3 comentarios:
Bonito micro.
Veo que vas recuperando el pulso literario a marchas agigantadas. A seguir!
Saludos!
¡¡Señor, si señor!!
Poco a poco, amigo... no tenemos prisa alguna. Me esta costando horrores ¿sabes?
Un saludo, y gracias por estar ahí a tender la mano si el batacazo es inminente. Gracias.
Azhaag
Te cuesta, pero lo haces... y eso es lo que cuenta ;)
¿Para qué están los amigos? Los de verdad, digo.
Bueno, el resto también están por algo: palmean muy bien la espalda y te dejan la chaqueta libre de polvo. Eso también tiene su valor, oye ;D
Un abrazo.
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