“Lee los buenos libros primero; lo más seguro es
que no alcances a leerlos todos.”
Lo encuentro, sonrío, y lo cojo. Mi amiga se levanta de puntillas por encima de mi hombro para leer el titulo del libro que sostengo entre las manos.
-Niebla… de Miguel de Unamuno. Venga ya ¿Eso te vas a comprar? –me pregunta tremendamente extrañada.
-¿Y porque no debería hacerlo?
-Porque es un libro de esos que le mandaban a uno como lectura obligada en el instituto, y…porque no se, chico, hay libros más actuales ¿no? Más de ahora… –termina por argumentar.
“Más de ahora…”, lo que le faltaba a uno por escuchar. En la siguiente media hora, entre tazas de café y música de jazz flotando en el ambiente en aquel sombrío café con pinta de clandestino, le suelto el motivo por el cual elijo al, según ella, anacrónico Unamuno de entre tantos autores actuales. Le digo que los libros son atemporales, que no están sujetos a la comprensión exclusiva de los coetáneos al autor en cuestión. Y que mi lista de libros pendientes de leer, la cual es larga y bien nutrida, no sufre cambios ni modificaciones a expensas de las últimas novedades literarias. Que estas acabo leyéndolas cuando ya nadie las recuerda, a los años de ser publicadas, cuando simplemente les llega su turno en la lista. Y que hoy le tocaba el turno al ignoto Miguel de Unamuno, que ya iba siendo hora de que nos conociéramos mutuamente, y que, tras las respectivas pesquisas y el estudio de campo por mi parte, “Niebla” era una de sus obras más representativas y aplaudidas, por eso la andaba buscando. Obviando, en mi recorrido por la librería, tantos letreritos llamativos y coloridos que publicitan el último libro a la venta del más reciente autor que perdió la virginidad editorial ayer.
Me mira con los ojos entrecerrados, aturdida y picada por el rollazo apológico que le he soltado sobre los libros viejos y su valor imperecedero.
-Estas hecho un viejales, que lo sepas… -me dice con sorna.
En el aire esta terminando de sonar algo de Solomon Burke; pago la cuenta y le sonrío al tiempo que me levanto de mi asiento.
-Y a ti, que lo sepas, te queda genial el bigote. Límpiate la espuma que te ha dejado en el labio tu capuchino, anda, y salgamos de aquí…
Niebla, escrita por Miguel de Unamuno en 1907 y publicada en 1914. Aplaudida por la crítica de la época, alcanzando un éxito sin precedentes; llegó a traducirse a más de doce idiomas. Esta novela, o nivola, como la prefiere clasificar el propio Unamuno, detrás de una trama en apariencia sencilla, recoge en esencia toda la filosofía del autor. Confeccionando para ella y para sus personajes un mundo Unamuniano donde poder explicar sus dilemas más profundos y arraigados, como el alcanzar la utópica inmortalidad, manteniéndonos vivos mientras alguien nos recuerde, piense o imagine. Por encima de la historia central, el dilema que sus personajes cargan a hombros para que llegue de forma plena al lector es la duda sobre la propia existencia del individuo, de si en realidad, quizá, estemos andando en la niebla, entre la bruma de la imaginación de alguien, que imaginándonos, soñándonos, pensándonos, nos creó, desde la nada inexistente hasta nuestra irreal convicción de existir de veras. Un tema subyacente a la trama apasionante, y tratado con un lirismo hermoso y perfectamente encajado en la historia en forma de monólogos y profundas reflexiones del protagonista. El argumento de la novela versa sobre el amor, así de simple. Una historia de enamorados, o de un individuo, Augusto, nuestro protagonista, con ansias de topar con el amor. Cierto día, mientras despreocupado en la calle vagaba a tientas entre sus propios pensamientos, se cruza ante su mirada la bella Eugenia, la femme fatale de la historia. Una joven pianista por la cual queda hechizado nuestro amigo Augusto, casi sin darse cuenta se pone a seguirla, magnetizado por ella al instante. No repara en que estaba siguiéndola hasta que esta entra en su casa, y el se ve sorprendido ante la puerta cerrada de la finca de la joven. A partir de ahí, comenzara un periplo donde Augusto, movido más por el aburrimiento y la divagación, que por el verdadero amor, hará lo imposible por ganarse el favor de la bella Eugenia. En la trama aparecen diversos personajes con los que Augusto hablará largo y tendido sobre lo irrisorio del ser, sobre la naturaleza de su amor y fijación por Eugenia, y sobre como darle resolución a dicha situación. Sin duda, lo mejor de la historia es la interacción entre los propios personajes, las conversaciones mantenidas entre estos. Que parece ser el formato elegido por el propio Unamuno para poner en boca de sus personajes sus propias ideas, y enfrentarlas entre si. Y si todo esto no maravilla al lector, lo llegará a hacer sin duda su epílogo, un epílogo con dos partes. En la primera el propio Augusto mantendrá una conversación con el mismísimo Unamuno, en la cual, criatura y hacedor, se liaran a puñaladas argumentativas para desmentir la naturaleza real y tangible del otro; impresionante de veras. La segunda parte es el broche de oro, en la cual, a modo de soliloquio, Orfeo, el fiel perro de Augusto, le dedicará unas sentidas palabras de agradecimiento a su desdichado amo. Una maravilla de libro, que pese a sus más de 100 años a las espaldas, y por mucho que quiera mi amiga adicta a los capuchinos, se mantiene perfecto en su forma y estilo, muy por encima de las noveluchas pubertosas paridas antes de ayer. Altamente recomendable.
“¿No es acaso todo esto un sueño de Dios o de quien sea, que se desvanecerá, en cuanto Él despierte, y por eso le rezamos y elevamos a Él cánticos e himnos, para adormecerle, para acunar su sueño? ¿No es acaso la liturgia toda de todas las religiones un modo de brezar el sueño de Dios y que no despierte y deje de soñarnos?”
“¡Gracias a Dios –se decía camino a
“Miró a todas partes por si le miraban, pues se sorprendió abrazando al aire. Y se dijo: <
“-Trae leche, Domingo; pero tráela pronto –le dijo al criado no bien éste le hubo abierto la puerta.
-¿Pero ahora se le ocurre comprar perros, señorito?
-No lo he comprado, Domingo; este perro no es esclavo, sino que es libre; lo he encontrado.
-Vamos, si, es expósito.
-Todos somos expósitos, Domingo. Trae leche.”
“-Y ahora me brillan en el cielo de mi soledad los dos ojos de Eugenia. Me brillan con el resplandor de las lágrimas de mi madre. Y me hacen creer que existo, ¡dulce ilusión! ¡Amo, ergo sum!”
“-Se me había olvidado decirle que cuando escriba a Eugenia lo haga escribiendo su nombre con jota y no con ge, Eujenia, y del Arco con ka: Eujenia Domingo del Arko.
-¿Y por qué?
-Porque hasta que no llegue el día feliz en que el esperanto sea la única lengua, ¡una sola para toda la humanidad! Hay que escribir el castellano con ortografía fonética. ¡Nada de ces!, ¡guerra a la ce! Za, ze, zi, zo, zu con zeta, y ka, ke, ki, ko, ku con ka. ¡Y fuera la hache! ¡La hache es absurda, la reacción, la autoridad, la edad media, el retroceso! ¡Guerra a la hache!
-¿De modo que es usted fonetecista también?
-¿También?, ¿Por qué también?
-Por lo de anarquista y esperantista…
-Todo es uno, señor, todo es uno. Anarquismo, esperantismo, espiritismo, vegetarianismo, foneticismo… ¡todo es uno! ¡Guerra a la autoridad! ¡Guerra a la división de lenguas!, ¡guerra a la vil materia y a la muerte!, ¡guerra a la carne!, ¡guerra a la hache! ¡Adiós!”
“Pues si, yo creí que seria todo lo contrario; que cuando uno se enamora de veras es que concentra su amor, antes desparramado entre todas, en una sola, y que todas las demás han de parecérsele como si nada fuese ni valiese…Pero, ¡mira!, ¡Mira ese golpe de sol en la negrura de su pelo!
-No; veras, veras si logro explicártelo. Tú estabas enamorado, sin saberlo, por supuesto, de la mujer, del abstracto, no de esta ni de aquella; al ver a Eugenia, ese abstracto se concreto y la mujer se hizo una mujer y te enamoraste de ella, y ahora vas de ella, sin dejarla, a casi todas las mujeres, y te enamoras de la colectividad, del genero. Has pasado, pues, de lo abstracto a lo concreto y de lo concreto a lo genérico, de la mujer a una mujer, y de una mujer a las mujeres.
-¡Vaya una metafísica!
-Y ¿Qué es el amor sino metafísica?
-¡Hombre!
-Sobre todo en ti. Porque todo tu enamoramiento sino es cerebral, o como suele decirse, de cabeza.
-Eso lo creerás tú… -exclamó Augusto un poco picado y de mal humor, pues aquello de que su enamoramiento no era sino de cabeza le había llegado, doliéndole, al fondo del alma.
-Y si me apuras mucho te digo que tú mismo no eres sino una pura idea, un ente de ficción…
-¿Es que no me crees capaz de enamorarme de veras, como los demás?...
-Deberás estas enamorado, ya lo creo, pero de cabeza solo. Crees que estas enamorado…
-Y ¿Qué es estar uno enamorado sino creer que lo esta?
-¡Ay, ay, ay, chico, eso es más complicado de lo que te figuras!...
-¿En que se conoce, dime, que uno esta enamorado y no solamente cree estarlo?
-Mira, más vale que dejemos esto y hablemos de otra cosa.”
“-Si, Augusto, si –prosiguió Don Avito-; la vida es la única maestra de la vida; no hay pedagogía que valga. Solo se aprende a vivir viviendo, y cada hombre tiene que recomenzar el aprendizaje de la vida de nuevo…”
“Probablemente no nace el amor sino al nacer los celos; son los celos los que nos revelan el amor. Por muy enamorada que esté una mujer de un hombre, o un hombre de una mujer, no se dan cuenta de lo que están, no se dicen a si mismos que lo están, es decir, no se enamoran de veras sino cuando él ve que ella mira a otro hombre o ella le ve a él mirar a otra mujer. Si no hubiese más que un solo hombre, y una sola mujer en el mundo, sin más sociedad, seria imposible que se enamorasen uno de otro.”
“Sabía que hay que aprender a ver el universo en una gota de agua, que con un hueso constituye el paleontólogo el animal entero y con una asa de puchero toda una vieja civilización el arqueólogo, sin desconocer tampoco que no debe mirarse a las estrellas con microscopio y con telescopio a un infusorio, como los humoristas acostumbran a hacer para ver turbio.”
“-Así me gusta verle, señorito, así. ¡Coma, coma, que el que tiene apetito es que esta sano, y el que esta sano!
-Pero, Liduvina, ¡Yo no vivo!
-Pero ¿Qué dice?
-Claro, yo no vivo. Los inmortales no vivimos, y yo no vivo, sobrevivo; ¡Yo soy idea!, ¡Yo soy idea!
Empezó a devorar el jamón en dulce. <
Azhaag
5 comentarios:
Qué buena tu entrada...
haciendo alusión a la primera parte de la misma, no puedo evitar salir en defensa de las nuevas publicaciones. Como ya hemos hablado...aunque los clásicos siempre tendrán un lugar honorífico y diferenciado dentro de cualquier biblioteca, no por ello se deben desdeñar los nuevos escritores y sus nuevas publicaciones, algunas de las cuales son auténticas obras maestras que, sin lugar a duda, pasarán también a ser clásicos.
Siento una especial predilección por los libros antigüos, pero también me gusta leer otras perlas literarias que son de nueva publicación.
Unamuno...un genial pensador... No he leído este libro, pero pienso hacerlo, pues los fragmentos que has transcrito están realmente bien.
Un besiño :)
Laura
Desde luego, me has puesto los dientes largos. Podrías dedicarte a publicista xd.
La idea de una batalla dialéctica entre personaje y autor es más que original. Para mi vergüenza, es la primera vez que escucho algo parecido. Claramente debería leer más.
Aunque bueno, tus "conversaciones ante el espejo" también era algo bastante raro.Sin demasiado esfuerzo podría establecer algunas similitudes.
Sigue así.
:)
Gracias por vuestros comentarios.
Muchas novedades literarias le deben su éxito a adaptarse como un guante a los cánones de lo que se lee hoy en día. Siendo un excepcional ejemplo lo ocurrido tiempo atrás con el fenómeno Código Da Vinci, el cual, tras su publicación, surgieron un montón de novelas “clónicas”. Recuerdo una que se titulaba El código (o El enigma…) Vivaldi, y como esta, decenas que recogían los valores y matices creados por Dan Brown, los metían en una coctelera, y tras un par de agitaciones carentes de toda inventiva, surgían una retahíla de noveluchas. Que no digo que ciertas novedades literarias no valgan la pena, pero que hay que ser cauto a la hora de acercarse a ella. Fiándose más del criterio de amigos lectores, con muchas paginas a sus espaldas, más que de lo que pregone la publicidad en si. El tiempo disponible es finito, y las obras por leer infinitas… teniendo presente esto, conviene afinar la puntería a la hora de elegir que leer.
En cuanto a tu comentario, amigo anónimo, me alegra que te haya alentado a la lectura de esta genial novela. No te defraudara. Y lo de publicista… si le hago caso a mi horóscopo tengo un futuro prometedor como decorador interiorista, y si le hago caso a mi trayectoria laboral actual, valgo para lo que me echen. Con tantos trompicones de aquí para allá, de un trabajo a otro, todo esto imbuido por la crisis que asola el país, me esta entrando complejo de comodín de baraja. Sirvo para casi todo…
Flaco favor le haces a Unamuno al comparar mis relatos con su obra, y a mi solo la comparativa me da vértigo. Los míos no eran mas que, bajo el formato de “Rubén real habla al Rubén (irreal) del espejo” una tentativa de crear una forma de conversación donde realmente intervenía solo una parte, yo mismo. Una suerte de monologo donde enfrentaba ideas propias. Lo de Unamuno, te aseguro, trasciende más allá de esto. Es una autentica pasada.
De nuevo gracias a los dos por leerme.
Un saludo.
Azhaag
Si sigues vivo en algún lugar del país, actualiza!!!!!!!!!!!!!!!
Hey, I am checking this blog using the phone and this appears to be kind of odd. Thought you'd wish to know. This is a great write-up nevertheless, did not mess that up.
- David
Publicar un comentario