8.30.2006

Relato: ¿Quién está ahí?

¿Quién está ahí?

“Ser visto es la ambición de los fantasmas; ser
recordado, la de la muerte”Anónimo.

En la oscuridad del corredor tan solo se oían un par de respiraciones, ambas muy distantes entre si. Una, pausada y profunda, la otra, nerviosa e irregular.

Esa noche Dylan sabia que se encontraba completamente solo en el largo corredor, el guardia encargado de su custodia se encontraba, como cada noche, escuchando el programa musical de Angie Lawrence, muy lejos de su celda; el no era quien exhalaba ese aliento que había echo que se despertase de su camastro sobresaltado. Muy despacio se incorporo, sintiendo el frió suelo en sus pies descalzos, y se acerco a los barrotes que delimitaban su celda.

-¿Ben, eres tu? –pregunto casi con un susurro. -¿Estas hay muchacho?.
Ben, el guardia encargado de la vigilancia nocturna, se encontraba tarareando en su despacho al ritmo de “Amazing Grace” del genial Ray Charles, muy lejos para oír la pregunta del recluso.
Desde su celda, Dylan seguía observando el largo pasillo de azulejos blancos que se extendía ante el, este se encontraba casi en penumbra, de forma equidistante y situadas un metro por encima de cada celda, unas sucias bombillas arrojaban una mortecina luz, sin embargo, Dylan seguía sin ver a nadie en el pasillo pero aun alcanzaba a oír el sonido de esa respiración profunda que se mantenía en la otra punta del corredor.
-¿Hay alguien ahi? –pregunto con mas firmeza.

No se oyó palabra alguna; tan solo aquella respiración.
-¡Se que estas hay, te estoy oyendo! –grito hacia las sombras.
No podía ser otro recluso, –pensó sin apartar su vista del largo corredor- no tenia sentido realizar un traspaso a estas horas de la noche. Calculo que deberían ser al menos las 3 de la madrugada, apoyo la cabeza en su almohada cerca de las 12 y esa sonora respiración hizo que la levantase un par de horas mas tarde. ¿Cómo iban a traspasar a un recluso en plena madrugada? Y de haberlo echo antes, sin duda el revuelo lo habría despertado, estas celdas producen un sonoro chirriar cuando se abren por cualquier motivo, además, si se había desvelado por el sonido de esa respiración, como no percatarse si... la respiración; había cesado.

Se mantuvo un segundo en la misma posición, congelado como una estatua, con la cabeza ligeramente apoyada sobre los barrotes de la celda, atento al menor ruido; pero allí nada rompía el silencio.

Giro sobre sus talones con mil inquietudes en la cabeza, decenas de hipótesis para explicar aquella sonora respiración bullían en su mente, mas ninguna terminaba por convencerlo, y esto, en la penumbra de su celda y con la única compañía que le brindaba aquel rostro que el sucio espejo le devolvía, lograba que se le erizase la piel. No estaba a mas de 1 metro de su camastro cuando, de entre las sombras del corredor, volvió a surgir aquella respiración. Se quedo inmóvil en el centro de su celda, con los puños apretados para contener el miedo, cerro los ojos y acallo un momento su respiración para alcanzar a oír con mayor claridad aquel jadeo. Como la vez anterior se encontraba distante de su celda, cerca de donde el largo corredor moría en la puerta blindada que daba acceso a este, pero la oscuridad era densa, y allí se mantenía escondido quien exhalaba aquel aliento. Dylan seguía quieto en el centro de su celda, agudizando el oído para no dejar pasar por alto ni el menor de los susurros que pudiese delatar la identidad del bromista de turno. Le sobrevino el rostro de Ben a la mente.

¿Seria el quien estaba orquestando toda esta broma?. Lo imagino por un instante, agazapado bajo la protección que le brindaban las sombras, de un momento a otro saldría riéndose de el, burlándose.

“Parece que el violador de jovencitas nos ha salido cobarde, jajajaja”.

Entonces golpearía los barrotes con esa mueca de furia que también sabia dibujar en su rostro, el miedo dejaría paso a la rabia, pero este desaparecería, no tendría mas miedo de aquella situación...
Este pensamiento se convirtió en una clara convicción, y con paso firme se acerco a los barrotes.

-¿Quieres salir ya de una vez, hijo de...? –su voz se quebró como el cristal cuando al son de aquella respiración se sumo el claro sonido de unos pasos. Se estaban acercando a el. Mas no sonaba al ruido familiar de los zapatos de los vigilantes, al que el estaba acostumbrado. Sonaban mas sutiles, mas ligeros...tacones, aquello eran tacones de zapatos de mujer. Y se acercaban lentamente.

Sus pupilas se dilataron para intentar ver algo, para rasgar la oscuridad, los pasos seguían avanzando hacia su celda, el eco de estos eran amplificados por los muros del corredor, parecía que estuviesen dentro de su celda. Dentro de su cabeza.
Unos pasos mas y quedaría expuesto a la luz que las bombillas arrojaban justo desde lo alto de las celdas, aproximo aun mas la cara a los barrotes hasta llegar ha hacerse daño. Un paso mas, otro, otro...

Alcanzo a ver el cuero de los zapatos perfectamente dibujado bajo el haz de luz, pero no consiguió ver mas, cuando solo un paso separaba a quien fuera de quedar bajo la luz, la bombilla reventó en mil pedazos, esparciendo los cristales en todas direcciones.
Dylan profirió un pequeño gemido por el sobresalto. Aquella persona continuaba acercándose a su celda, oía claramente el crujir de los cristales bajo sus zapatos.
Aquella sombra condujo sus pasos de nuevo a otro haz de luz; la bombilla volvió a estallar con un sonoro estruendo en cuanto se disponía a pasar bajo ella, Dylan cayo al suelo de rodillas, retrocediendo hasta dar de espaldas con la cama.

No era Ben, desde luego, quizás por eso comenzó a gritar su nombre. Si gritaba lo suficientemente alto quizás haría a Ben levantarse para comprobar que todo iba bien.
-¡Ben! ¡¡¡Beeeen!!! –grito sin levantarse de al lado de la cama.

Un tercer grito murió en su garganta cuando aquella sombra, que seguía su camino hacia el, le mando guardar silencio con un sonoro siseo. Dylan comenzó a temblar aferrado a la pata de su cama. Una tercera bombilla reventó en el silencio del corredor haciendo llegar algunos pedazos de cristal hasta el interior de su celda, un fragmento le rozo su pie descalzo. La oscuridad era ya casi absoluta, tan solo la tenue luz de su celda
seguía refulgiendo arrojando su polvorienta luz, Dylan tenia la sensación de encontrarse en un largo túnel y estar contemplando la luz de la salida.

Ya tan solo una débil cortina de luz separaba a Dylan de aquella persona que lo observaba, el miedo lo mantenía petrificado, temblando junto a su camastro.

-¿Por qué? –pregunto la voz con angustia.

La luz comenzó a parpadear con violencia en cuanto se oyó la voz en el corredor.
Dylan, en un gesto meramente infantil, escondió la cabeza entre sus brazos, intentando aislarse sensorialmente de aquel lugar, para no alcanzar a oír nada mas que su voz en la cabeza, razonando que cuanto ocurría allí no era real. No es real; se hacia repetir una y otra vez, como el niño que es castigado a escribir en una pizarra.

No es real. No es real. No es real.

-¿Por qué, Dylan? –fue en ese momento, al pronunciar su nombre, con esa entonación que solo ella le daba, cuando reconoció a la persona que se mantenía entre las sombras. Fue cuando le otorgo un rostro y con este, surgió el recuerdo. No hacia falta que hubiese luz derramada en aquel oscuro pasillo, sabia quien estaba frente a el. Ahora si lo sabia.

El terror mas profundo se abalanzo sobre el cuando la luz de la bombilla volvió a parpadear con violencia por la acción de unas palabras que parecían arañar el aire.

- ¡¡¿¿Como pudiste hacerme eso??!! – pregunto la sombra con rabia y dolor.

La luz de la bombilla temblaba inquieta con cada palabra surgida de las sombras.
Todavía sepultado bajo sus propios brazos, y sintiendo la cálida orina resbalando por sus piernas, Dylan intento decir algo.

-Yo... no quería... no quería...siento, yo... – con la cabeza hundida en sus brazos sus susurros salían atados por el miedo y la culpa.

-¡¡Mentira!! –la bombilla exploto con un sonido sordo salpicado por una incesante lluvia de cristales rotos.

Con todo ya en penumbra, Dylan sintió como un torrente de aire helado penetro en el interior de su celda, lo sentía a su alrededor, cerniéndose sobre el.
La voz le llego desde todas direcciones, como si su celda estuviese a rebosar de gente, la oyó bajar reptando desde el techo, junto a la pared en la que aun se encontraba
acurrucado, la oyó deslizarse hasta su oído por el suelo, le llego desde la derecha y la izquierda, y todas preguntaban lo mismo.

“¿¿Por que lo hiciste Dylan??¿¿Por qué??”

Grito con tanta fuerza que Ben llego a oírle a través de la puerta blindada y por encima de las canciones que radiaban la sintonía, le llego un grito sin palabras, sin significado, un grito desgarrador de pánico que parecía no acabar mientras tanteaba nervioso el manojo de llaves, buscando la correcta para abrir el pesado portón.
Recorrió veloz el largo pasillo, mientras aun resonaban los gritos de terror de Dylan.

Lo encontró en un charco de orina, con los ojos apretados llenos de lagrimas y las manos tapándose los oídos.

Y aun gritaba.

Siguió gritando incluso cuando Ben lo sacudió por los hombros, para intentar acallar aquel alarido que parecía ir creciendo por momentos.
Tan solo cuando el tranquilizante que le suministro el medico recorrió sus venas, fue muriendo aquel lamento que aun retumbaba en la cabeza de Ben.

*********

-Howard Philips, Dylan; un caso muy interesante, ¿Verdad Doctor.? –El estudiante caminaba un par de pasos por detrás de su experimentado mentor, que parecía sumido en sus pensamientos.

-Así es muchacho... –contestó tardío.

Los pasos de ambos eran seguidos con curiosidad por decenas de ojos a través de los cristales de las puertas del corredor.
Muchos, la gran mayoría, contemplaba al dúo de médicos con pavor, otros con curiosidad, había quien incluso con rabia, mientras aporreaba el cristal cuando estos pasaban junto a el y su puerta, los había indiferentes, quizás a causa de la medicación o simplemente por que eran conscientes de quienes eran y que estaban haciendo allí; todos los observaban, excepto el paciente de la sala V.

Fue el Doctor, el primero en contemplar al paciente a través del grueso vidrio, su alumno seguía cabizbajo sin dejar de consultar el informe.

En el interior de la sala, el paciente andaba de un lado para el otro, tapándose los oídos con las manos y negando una pregunta que nadie formulaba con la cabeza.
-¿Cual es su opinión Doctor? –pregunto el joven.
- El paciente sostiene que es atormentado por una entidad. El la llama Roose, me confeso entre lagrimas y sin dejar de mirar a su alrededor, que el la violo y asesino. – el estudiante miro a través del cristal y acto seguido a su profesor, intentando buscar las palabras adecuadas para formular la pregunta.

- No, claro que no hijo, –contesto al instante el doctor, sin dejar de observar al paciente. – la tal “Roose” no existe mas que en su mente enferma, ya ha sido comprobado. Dylan fue detenido por un pequeño altercado en un bar, hirió a un par de clientes. No ha violado a nadie y desde luego no hay una entidad discutiendo con el en estos momentos. – el estudiante bajo la vista avergonzado.

Se produjo un instante en el cual ambos guardaron silencio, el eco del corredor les trajo la risa nerviosa de algún paciente desde su celda.

-Su miedo era tan real, lo vi cuando lo trajeron... brillaba verdadero terror en esos ojos. – añadió el estudiante.

-Por que era terror lo que sentía... su mente lo hizo posible, le dio rostro a esa vivencia que nunca ocurrió, le proporciono una voz, le concedió un alma.
Brillo a sus ojos, textura a su piel y peso a su cabello, para el, era tan tangible, tan real como lo somos tu y yo, hijo. –dijo el Doctor.
-¿Ni por un instante contempla la otra alternativa, señor?
- Francamente, me da mas miedo la idea de que la mente sea capaz de orquestar tal prodigio creativo, a que realmente haya una alma en pena susurrándole al oído a ese hombre.
Invisible a nuestros ojos y real a los suyos.
Es a la mente a la que hay que temer joven, puede llegar a ser muy cruel. –sentencio el Doctor.

Ambos médicos se alejaron de la sala V en silencio, seria la ultima vez que vieran a Dylan con vida.

Cuando la enfermera fue a llevarle la medicación lo encontró acurrucado en el suelo y sin moverse, la vida hacia horas que lo había abandonado. Y lo había echo en silencio, sin alterar la vigilia del guardia de noche ni a ninguno de los pacientes de la celdas adjuntas.

El veterano Doctor siguió el caso hasta sus ultimas consecuencias y junto a su ayudante, fueron a ver al forense para que este arrojara un poco de luz acerca del fallecimiento de Dylan.

-Resulta muy extraño Doctor, es un caso que sencillamente no se muy bien como enfocar. Su paciente, Dylan, ¿en el tiempo que lo trato usted, se auto lesionó de alguna forma, mostró evidencias de un comportamiento
suicida?- pregunto el forense destapando el cuerpo de Dylan.
-¿Insinúa que se suicido? –contesto el Doctor.
-Le explico; fíjese en esos traumatismos en ambas orejas ¿Los ve?. Sin duda alguna se los produjo el mismo, al tapárselas con muchísima fuerza. Y lo que sin lugar a dudas me advierte que se suicido, mas no logro explicarme
como pudo hacerlo, son estas marcas en los ojos, producto de una asfixia, en el argot se les llama, “ojos de mapache”. Pero técnicamente nadie es capaz de lograr asfixiarse a si mismo, en ningún lugar de los anales de la medicina encontrara que alguien se quito la vida asfixiándose a si mismo. De hay que
me encuentre perplejo. –aclaro el forense.

El Doctor no perdía detalle de la explicación del forense.

-En mis 13 años de carrera he visto como personas que pretendían suicidarse mediante un disparo, en el ultimo segundo su cerebro hacia que su mano se moviera, haciendo que la bala no impactara en su cabeza. Es el instinto de preservar la vida, es algo innato. Por lo que me resulta impensable que este hombre lograra asfixiarse a si mismo. He comunicado mi opinión a la policía, Doctor.
Para que revisaran las cintas de grabación de la celda de Dylan, por si en ellas aparecía nuestro asesino, pero no es así. Dylan se encontraba, como es lógico, solo esa noche. Sin embargo en la cinta se muestra
tremendamente alterado, se ve, como ya he señalado, tapándose ambos oídos ...y parecía hablar con alguien entre susurros, el audio de la cinta así lo demuestra, pedía perdón entre sollozos.
Al terminar su explicación el forense, el Doctor observo como su ayudante temblaba de los pies a la cabeza, y se sorprendió al encontrarse a si mismo con la mano oculta bajo el bolsillo de su bata, apretando con fuerza entre el puño su crucifijo.
Azhaag
Relato de Azhaag, Ilustracion de Espeton

8.28.2006

Noticias: Sistema de Secciones en breve...

Hola a todos... si es que realmente hay alguien por hay...
Dentro de poco pondré un sistema de Secciones para que resulte mas cómodo acceder a las distintas categorías:

-Opinión
-Relatos
-Poesía (seccion creada principalmente para los poemas del amigo Athrox).
-Galería de Imágenes



Y alguna que otra mas... de momento estoy aprendiendo a trastear el Blog a base de "ensayo-error", por lo que voy despacito y con buena letra.
En breve, para que no os aburráis y mientras termino el apartado de Secciones, colgare un relato propio.
Mientras tanto agradeceria cualquier sugerencia sobre que categorias agregrar a las Secciones, podeis dejar vuestras opiniones justo abajo.

Un saludo.

Azhaag

8.26.2006

Opinion: Hoy me ha dado por pensar...


Siempre me ha gustado creer que hay algo esperándonos una vez que acaba
la vida. Forma parte de la naturaleza egoísta del ser humano, nadie se
conforma con lo dado, esperamos algo mas. Y yo no voy a ser la
excepción, en esto no.

Aunque como todo mortal, ignoro que es, o de que se trata, tan solo puedo
idealizarlo, hacerlo mío, y esperar que, llegado el momento, sea así.
Para mi, el “paraíso” seria vivir una sucesión inacabable de aquellos
recuerdos que siempre consiguen arrancarnos una sonrisa cuando los
evocamos. Aquel cumpleaños tan especial, aquella noche en la que tus
padres te despertaron para mostrarte la magia de la navidad por primera
vez, aquel primer beso, que según dicen siempre tomamos como referente
para juzgar los que les seguirán, aquel día en la playa con los amigos...
seria como ojear un álbum de fotos, y como en este, solo cabrían
buenos momentos.

El tiempo, en mi edén particular, no tendría función alguna,
pasaría de ser un jovial mozalbete a un anciano de rodillas doloridas, para
al instante, verme en mi máximo esplendor físico para retornar una vez mas
a esa tarde cuando crío, celebrando mi 9° cumpleaños.

Suele ser de noche, una vez apagadas las luces y apoyada la cabeza en la
almohada, cuando me pongo a pensar en ello.
Y por desgracia mi mente siempre me juega la misma mala pasada; es
incapaz de obviar la dualidad del asunto, y la pregunta brota por si sola.

De ser así el paraíso, ¿Cómo seria el infierno?

En el momento desecho esa recreación del hades que tantos comparten,
nada de inacabables filas de almas en pena a la espera de ser juzgados
por sus pecados terrenales, me resulta demasiado cómico para un tema tan
serio como el que intento abordar.
Nada de llamas por doquier, alzándose como muros que queman el cielo.
Y desde luego que no lo reinaría ese fantoche con patas de chivo y largos
cuernos coronando su cabeza, siempre lo he visto como un estereotipo tan
premeditado y estudiado para intentar causar el máximo pavor posible, que
al final me ha acabado por dar risa.

Para nada, mi concepción del infierno es mucho mas aterradora, yo lo he
visto de cerca hasta antojarse como una realidad ineludible.
¿Qué ocurriría si, llegada nuestra hora fatal, estuviésemos vacíos de
todo recuerdo? Las imágenes que viviríamos de forma constante
en ese paraíso mío no serian mas que instantáneas borrosas, como diluidas
en agua. Surgiría entre toma y toma algún que otro rostro, pero no seriamos
capaces, pese a nuestros denodados esfuerzos, en saber de quien se trata.

No nos reconoceríamos en las sucesión de vivencias que estamos
protagonizando, y poco a poco, y de forma cada vez mas acelerada, las
imágenes se irían tornando negras, los sonidos serian engullidos por ese
espacio vacío de toda cosa familiar.

Llegar al termino de nuestra vida sin ser conscientes de que hemos vivido.

Por desgracia, son muchas las personas que sufren este particular e injusto
castigo, personas afectadas por el denominado “mal del siglo”, el
Alzheimer.

Poco a poco, de forma tan gradual que no son conscientes de su dolencia,
ven como están rodeados de personas que no conocen que insisten en ser
sus hijos o pareja. Intenten imaginarlo, ver como se desmorona toda nuestra
realidad, como se evaporan nuestros recuerdos sin ser siquiera capaces de
ser conscientes de ello.

No creo que el infierno y el castigo por nuestros pecados descrito en las
sagradas escrituras, le haga siquiera sombra a esta realidad en la que viven
atrapadas mas de 22 millones de personas en todo el mundo.

Azhaag