11.29.2006

Relato: El autobús.


El autobús.

Odio los autobuses.
En ellos uno se puede encontrar absolutamente de todo, viene a ser una especie de microcosmos en el cual, si quieres salvaguardar tu integridad, has de aprender cuanto antes unas sencillas reglas.

La primera y mas importante, respira por la boca.
Nada mas entrar, tus pituitarias detectaran toda clase de olores, el sudor del tío gordo del fondo, que es de los que piensan que si el no es capaz de olerse a si mismo es que no huele para los demás, el aliento fétido de la mujer que habla, a escasos centímetros de ti, con su hermana sobre la de ruido que lían sus vecinos con la música a todo trapo, un potente y reciente olor a mierda, en el mas amplio sentido de la palabra, del infante que acaba de estrenar el pañal mientras berrea la noticia a su madre... en fin, con eso desde luego queda plenamente cubierto el sentido del olfato, por desgracia, los otros 4 restantes también se llevan lo suyo.

Una vez que consigues llegar, después de restregarte con todo el mundo, a tu asiento (regla de oro para los no abezados en el asunto: antes de colocar tus posaderas y tus vaqueros nuevos, comprueba que el hijo de puta que suele obtener algún tipo de desahogo sexual pegando chicles en los asientos, no ha cogido aun este autobús), contemplas al variopinto grupo de personajes que suelen frecuentar los autobuses.

Hay de todo... y lo que realmente asusta es que no solo están en este autobús en concreto, están en todos.

Por un lado esta el loco de turno, aquel que habla con su compañero de asiento y le ríe enérgicamente alguna gracia, al segundo descubres que no hay nadie sentado al lado suyo... luego tenemos a la señora, estadísticamente de un grosor equiparable al de un tonel, que acaba de salir del “súper” con 300 bolsas por mano, como si tuviera pensado hibernar todo el invierno, “normal que este así”, piensas.

Si miras hacia el pasillo veras al “niño cabron”, normalmente de un metro de estatura, una cara de bicho que no puede con ella y siempre portando algún objeto con el que incordiar a distancia (las pelotas de goma, esas que las haces botar y pueden pasar horas antes de detenerse, suele ser el “arma” preferida de este nano-terrorista), con ella o con algún objeto de igual o similar eficacia te amargara todo el trayecto.

¿Recuerdan al bebe cagon? Suele defecar con una sincronicidad increíble, nada mas cerrarse, contigo dentro, las puertas del autobús y tras echar el “regalito” comenzara con su serenata, y claro, con esos pulmones recién estrenados, lo tendrás chillando y pataleando hasta el fin del trayecto.
En fin, piensas, es hora de aislarse sensorialmente de este circo con tu querido mp-3, mientras rebuscas entre tu mochila, descubres horrorizado al encontrarlo, que no tienes pilas.
De repente el autobús se detiene a recoger mas pasajeros, la mueca de horror se acentúa al observar que se trata del “abuelo”, dentro del elenco de criaturas que habitan el autobús, “el abuelo” es por meritos propios el mas temido.

No te servirá de nada que te escondas tras el asiento, te vera de todas formas, y poco importa que estén la gran mayoría de asientos libres, ira a sentarse junto a ti.Una vez sentado a tu vera comenzara a narrarte con todo lujo de detalles su vida y la de sus congeneres, como si te conociera desde siempre.
He de salir de aquí ya, piensas... mientras pasas por delante del abuelo comentándole que esta es tu parada, el sigue contándote que a cada invierno que pasa le duelen mas las varices.

El niño de la pelota te la tira a la cara.
En otra situación se la harías tragar, pero necesitar salir de allí ya.

-Esta juventud... sabes, mi nieto tendrá mas o menos su edad, resulta que hace dos días... –comienza de nuevo el abuelo.
Corre y no mires atrás.

De repente un alud de naranjas y manzanas se cierne sobre ti, a la gorda de las bolsas se le han volcado un par de ellas.
El niño de la pelota te vuelve a dar con ella.
Corre...
Pasas junto al loco y le oyes murmurar algo a ese colega que solo el parece ver.

-No, no tío no... no puedo meterle fuego al autobús... o si?? –Estas a punto de saltar del autobús en marcha rompiendo la ventana, pero este se detiene, es tu parada.

Respiras aliviado, los pajarillos cantan y estas de nuevo en tu mundo, ese que dejastes hace media hora para subir a ese manicomio con ruedas. Te paras a observar como se aleja, el niño de la pelotita se despide de ti siniestramente con la nariz despachurrada contra el cristal.

-¿Era el 7? Mierda... lo he perdido. –te pregunta alguien que llega jadeando hasta la parada.

-Si, se ha ido hace un momento. –contestas.

Te suena de algo el chaval, su cara te resulta familiar, pero no terminas de encajarlo.

-Bueno, no importa. El otro ha de estar al llegar –te dice mientras observas como se mete en la boca al menos 6 chicles.

Ya sabes quien es... te vas de aquel sitio dejándolo atrás y cagandote en la madre que lo parió.

Azhaag

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajaja. Muy bueno, si señor. Ya se sabe que...nada como ir en tu vehículo, en tu bici o dándote un buen paseíto, que es más sano.

Azhaag dijo...

A mi es que pocas cosas me repatean tanto como coger el bus, ha habido ocasiones en que he optado por caminar un buen trecho en lugar de esperar al autobus... es superior a mis fuerzas.

Un saludo

Azhaag

Anónimo dijo...

xD