9.27.2009

Artículo: Sangre en el celuloide

“Pensamos que lo hacen como el que disfruta con un
hobby. Lo graban para tener una colección de recuerdos
cuando sean viejos.”
Declaración del detective Bogdan Vlasenko

Si el mayor exponente de bondad, de amor, que puede llegar a alcanzar el ser humano es traer al mundo a una nueva vida, esta misma acción conlleva el acto más terrible que dos seres humanos pueden hacerle a una tercera persona, a la que se le regala vivir en un mundo cruel, que sin duda, hará todo lo posible por engullirlo a dentelladas. El mundo muerde, y cada vez se recrea más en ello. Relamiéndose los labios, saboreando la maldad que rezuma por su faz. La maldad alcanza cotas cada vez más altas en el baremo con el que yo tiendo a convertirla en una cuestión pragmática, a medirla para calibrarla. A intentar localizar su epicentro para alejarme de ella. A vislumbrar que variables sociales la impulsan. Pero es una utopía, la maldad nace con el hombre. Y el hombre puebla la tierra. No hay escapatoria posible. Con cada nueva persona venida al mundo nace una mente vacía de todo, inocua por completo, que sin embargo, en apenas unos años podrá empañarse por el odio, la rabia, la pena, el miedo. Por la maldad, esa que no atisbamos en el rostro de bondad del neonato que sostenemos, al cual no le queda más opción que elegir entre estos dos únicos papeles en la chapucera obra de teatro que conforma la existencia: o victima, o verdugo.

Eran casi las tres de la madrugada cuando, incapaz de conciliar el sueño, escuchaba atento la voz de Iker Jiménez, que desde su programa radiofónico Milenio3, me contaba cosas que nadie suele contar. Verdades que conforman un mundo cada vez mas primitivo, que anda de puntillas camuflado por la tecnología para enmascarar que sigue siendo el mismo de hace cientos de años. La misma mala bestia que engulle cuando tiene hambre y sacia su sed en los charcos de sangre vertida por nuestras manos. Me encontraba recostado sobre la silla, a oscuras y en silencio, requisitos que yo mismo me impongo imprescindibles para escuchar a este genio de la comunicación. La palabra clave que disparó mis alarmas fue dicha con tanto énfasis que hizo que voltease la cabeza hacia la radio, de la misma forma que lo hubiera hecho al querer ver algo con más atención en el televisor; “película snuff”, dijo Iker a través de la radio. Para los no avezados en estas oscuras lindes, las películas snuff son aquellas grabaciones en las cuales se muestra con todo lujo de detalles como se acaba con la vida de una persona, de forma lenta y esmerada, recreándose en refinar la tortura ante la lente de la cámara. Sin embargo, estas son un mito que nacen en la década de los 70, cuando el conocido asesino Charles Manson y su grupo de seguidores robaron un camión de la cadena de televisión NBC, a rebosar de material de grabación, con el firme propósito de registrar en el celuloide sus asesinatos. Fue entonces cuando surgió la inquietante idea de realizar esto valiéndose del séptimo arte. Mas adelante, en el año 1976, el fenómeno da otra vuelta de tuerca. Se estrena la película “Snuff” en argentina, dirigida por Michael y Roberta Findlay. La película fue todo un estreno, más gracias a su contenido polémico que por su elaborada producción. Pues en ella se mostraban escenas en las que, en un primer visionado, se creía que realmente se mataba a una chica. Para añadirle más morbo al asunto, la película fue estrenada con el subtitulo de: “Filmada en Sudamérica, donde la vida es barata”. La polémica estaba servida, no se tardo en acusar a sus directores de poco menos que asesinos desalmados, los cuales fueron raudos en mostrar que la actriz, de cuerpo presente junto a ellos en las ruedas de prensa, estaba la mar de sana, y que, desde luego, no había sido asesinada. Que todo había sido ficción vendida sutilmente como una pavorosa realidad. Pero el mito ya había cobrado forma, la realidad, aun muy lejos de ser cierta, vestía prendas de una inquietante posibilidad de llevarse esto a cabo. Desde dicha fecha, no se tenia constancia de que ningún cuerpo de policía del mundo tuviera en su poder alguna grabación snuff. No eran más que un bulo. En su momento, el mito vuelve a retroalimentarse ante la posibilidad de que asesinatos tristemente célebres como el de las niñas de Alcácer, donde el grado de agresión hacia las victimas llegaba al de la tortura, planteaba sobre la mesa la posibilidad de que alguien se había recreado en sus asesinatos. Quien sabe si con el macabro fin de registrarlo en video. De nuevo la alargada sombra de la posible existencia de las snuff cobraba protagonismo. Unos años más adelante, se plantea de nuevo la hipótesis ante los crímenes masivos perpetrados en Ciudad Juárez, donde las víctimas son poco menos que despedazadas con total impunidad hasta la fecha, ¿podría alguien estar grabando aquellas masacres con el lúdico fin de ganar dinero perpetrando estas carnicerías ante la cámara? Se repite la historia, se repite la posibilidad, pero nunca el hecho demostrable y empírico de una snuff sobre la mesa de las pruebas.

No hasta la fecha. Así me lo contaba Iker con un nudo en la garganta anoche de madrugada, donde parece que casi todo es posible en ausencia de las luces del día y de la razón. Un asesinato se había cometido en Ucrania, tres jóvenes había matado a un hombre de mediana edad de forma salvaje, valiéndose para ello de un martillo y un destornillador. Y uno de ellos lo había grabado en video. La terrible posibilidad había cobrado forma. Los datos que me facilitó Carmen Porter, copresentadora de Milenio3, fueron muy escuetos. La noticia no había llegado a España al parecer, y ella creía ético no dar demasiada información relevante para alejar al público de los detalles mas tórridos, como las fotos y la grabación en sí, las cuales circulaban por la red de redes. Y en realidad lo hizo bien, los datos fueron pocos, pero yo a esas horas de la madrugada soy poco menos que un sabueso cuyo olfato esta vigorizado por grandes dosis de cafeína. En poco menos de quince minutos di con el titular, con las noticias, con las fotos y los videos del juicio y de la snuff. En varios servidores ingleses pude empaparme bien de la noticia hasta donde mi famélico inglés me lo permitió. Estos tres jóvenes fueron detenidos y juzgados por varios asesinatos. En los ordenadores de ellos había material audiovisual de sus cacerías, fotos y videos de asesinatos a animales domésticos, como perros y gatos. Donde se retrataban junto al maltrecho cadáver del animal en cuestión. Llegados un punto, esto pareció no satisfacerlos, y dieron el terrible paso. Comenzaron a asesinar a personas. Y no solo a ello, sino a fotografiar y grabar sus crímenes. En un acto de crueldad y frialdad impresionante, fueron incluso a los entierros de sus victimas, para hacerse la foto de rigor junto al cadáver o la tumba de la persona que ellos mismos habían asesinado. Soy un tipo con más estómago que corazón, pero he de reconocer que se me cortó el cuerpo ante tal noticia. Que un escalofrió hizo un tour turístico por todo mi cuerpo al conocer la historia y sus oscuros detalles. Enfriando una lógica malsana, para ponerla al mismo nivel de alguien sin ningún tipo de escrúpulos, puedo llegar a atisbar que alguien grabe la muerte de una persona para satisfacer los más bajos instintos de otra a cambio de dinero. Estos jóvenes solo buscaban una recreación propia, no ajena. Los videos de sus asesinatos eran para consumo propio. Para degustarlos en la intimidad de sus cuartos ¿Era esto cierto? ¿De verdad se había llevado esto a cabo? No dude del rigor profesional de Iker, sino más bien de los límites entre lo posible y lo irreal. Aquello sonaba demasiado surrealista. Con un par de golpes de tecla indagué de nuevo, en busca de la snuff. La inmensa mayoría de los servidores se había desecho del video pocos días antes de que yo llegara, había sido suprimido. Pero los comentarios dejados por los usarios atestiguaban que lo habían visto, que era real. Seguí buscando. Y di con el. Me detuve, pensando en lo que me disponía a hacer, con el dedo sobre el ratón y el cursor sobre la tecla de play. Siete minutos y cuarenta y ocho segundos de metraje, de agonía y de muerte, era la anatomía de aquel video. Respiré hondo, he hice clic. Y mostraba lo que prometían. Un hombre en el suelo, y tres asesinos de pie. Un martillo. Un destornillador. Una vida que se apagaba. Y otras tres que reían. Di gracias por que la calidad del video fuese mala al grabarse con el móvil, y no me vi con fuerzas para verlo entero. No hacia falta. Al primer martillazo en la cara a aquel hombre, a la primera puñalada valiéndose del destornillador, la dosis que ingerí de realidad fue tan inmensa que no precisé tener la seguridad de que al final del video no saldrían unos títulos de crédito, para respirar aliviado al comprobar que aquello era ficción. La sangre real dista mucho de la que muestra Hollywood en las películas. No tiene ese glamour, donde los focos y el maquillaje realzan la toma, donde las heridas del protagonista quedan hasta con cierto tono de estilismo heroico. La sangre de verdad no es así. Es negra más que roja, espesa más que liquida, y real a todas luces. Me negué a ver morir a aquel hombre, me rendí a poder ver aquel video entero. Al contrario, como tantas otras veces, busqué la foto de la víctima y de los asesinos. Que sonreían desde el papel fotográfico, uno inocentemente, ignorando su trágico e inmerecido final, y los otros tres henchidos de orgullo, al ser los responsables de desmitificar un mito. Quien sabe si al saberse los primeros en ver la muerte que han causado a través del velo de irrealidad atemporal que proporciona una grabación de video. Estos pasaran a la historia de la criminología, tal vez con el titulo nobiliario de verdaderos pioneros en esto de las snuff. La victima en cambio, vivirá por siempre atrapada en los fotogramas de la grabación de su propio asesinato.


Azhaag

1 comentario:

Anónimo dijo...

Da cierto vértigo pensar hasta qué punto puede degenerar la conducta humana. Un artículo muy interesante.

:)

(Voy a investigar un rato)