10.22.2009

Biblioteca: Demonio de Libro, de Clive Barker

























“El trabajo de Barker hace que parezca que los

demás llevamos dormidos los últimos diez años.”

Stephen King



Por circunstancias propias, lejos de ser ajenas, llevaba un tiempo sin leer nada de mi género literario favorito, que no es otro que el g,enero de terror y fantástico. Tenía la lectura pendiente de ciertas novelas y ensayos, y me había impuesto darles prioridad antes de zambullirme de nuevo en alguna buena novela de terror. Así pues, acudí a una de mis librerías por antonomasia. Con tal de facilitarle el trabajo a mis biógrafos, decir que son tres las librerías a las que soy adepto; la librería Draco, junto al río genil, donde el propietario me trata con trato preferente tras años de ganarme este privilegio a pulso, o más bien, y me estoy engañando a mi mismo, al ver en mí a un yonki y saberse él mi camello particular. Luego esta la librería Flash, que aparte de ganar clientela a base de traerte libros que uno no encuentra en un par de días, tiene a una chica trabajando allí, tras el mostrador, que dadas sus espectaculares cualidades físicas, ha debido de enganchar a la lectura a más de uno y a más de dos bajo la excusa de verla a ella. Y por último, mi querida librería de viejo, enclavada en el casco antiguo de Granada, la librería Reciclaje. Donde uno, de tener un par de euros en el bolsillo y no ser alérgico al polvo y a los ácaros que abundan en sus estantes, encuentra autenticas maravillas tiradas de precio. Como ven, destinos no me faltan. Aquel día dirigí mis pasos hacia la librería Draco, y como quien le pide al camarero lo que desea degustar, le conté al dependiente que deseaba paladear algo con regustillo a Poe, a King, al amigo Lovecraft… un libro de terror de la vieja escuela, pero de reciente publicación, pues los clásicos ya los había ingerido. El dependiente me dijo que esperase, que me iba a traer una novedad que le había llegado no hace mucho, y que me la recomendaba personalmente, al haberla leído él recientemente. Me volvió con una novela en las manos y me la cedió. Clive Barker, pude leer, el pupilo aventajado del propio King. Conocía a este escritor. Había leído gran parte de su obra, pero ignoraba que había sacado nueva novela.


-¿De que va? –le pregunté, al tiempo que la volteaba en mis manos para leer su contraportada.


-Solo te voy a decir una cosa: que pese a haberme insultado el libro a la cara, llegué a su final sin intención de quemarlo en absoluto, porque tío, es genial.


Levanté la vista extrañado ante la parida que me había soltado como respuesta ¿Un libro que le insulta a uno? ¿Quemarlo? Y el dato más relevante ¿Qué el librero lo había definido como genial cuando él no alababa una obra ni borracho? No se hable más; aflojé la pasta y me largué presuroso, loco de ganas de que a mí también me insultase aquel libro.





Clive Barker (1952), natural de Liverpool, Inglaterra. Escritor, director de cine y artista visual, estudió Ingles y Filosofía en la propia universidad de Liverpool. Como habrán podido leer en la reseña adjunta al inicio de este escrito, el señor Barker ha sido laureado muchas veces por el mismísimo Stephen King; esto ya lo pone a uno en alerta, que el más grande escritor de terror contemporáneo vivo suelte semejante piropo de uno ha de ser la carta de presentación más codiciada y envidiada de propios y extraños. Y Clive Barker la tiene, y se la ha ganado, desde luego. Su obra deja entrever un estilo propio e inimitable, una nueva forma de ver el terror. Se podría decir, para ser claros y no andarnos con rodeos, que llama a las cosas por su nombre. Que no suaviza la violencia, ni maquilla el sexo, ni se muestra menos macabro de lo que le pide el cuerpo, mordiéndose la lengua o, en el caso de un escritor, dándole a la tecla de borrar; ni muchos menos. Quienes se acerquen a la obra de Barker observarán que estas son sus constantes, sus parámetros, las lindes de su creación. Las que definen y limitan el espacio por donde le gusta moverse, donde se siente más cómodo. Violencia, sexo, y terror, son su trío de ases, y con estas cartas, nadie le gana una mano. Demonio de Libro, recoge la esencia de los tópicos clásicos de libros malditos que esconden bajo sus tapas un terrible secreto, una fuente de erudición poderosa, pero que consumirá a su lector ante el peso y la trascendencia del secreto que cobijan sus páginas. Este libro, podemos afirmar, es primo directo del Necronomicón de H.P Lovecraft. Salvo por una diferencia, en la cual radica su genialidad; el libro como tal es un ente vivo. En el se encuentra atrapado un demonio que se nos presentará con el nombre de Jakabot Botch. La narración esta escrita en primera persona, esto puede tal vez echar un poco para atrás a los escrupulosos y enamorados de la tercera persona como servidor, pero en este caso confiere un matiz de confesión, de secreto íntimo, de diálogo en tiempo real con el lector. Pues el señor B., así gusta de llamarse el demonio, nos ira hablando a nosotros directamente mientras avanza su historia. Y nada más comenzar la lectura, desde la primera página, nos hace un ruego claro y chocante para los amantes de la letra impresa: que dejemos de leer, y al segundo, quememos este libro hasta convertirlo en cenizas. Es por nuestro bien, asegura. Ante nuestra negativa y nuestra constante intención de seguir leyendo el demonio perderá los nervios, nos insultará, blasfemará, nos amenazará, intentará chantajearnos, y poco a poco ira confesándonos su historia, el terrible secreto que él conoce y la causa por la cual quedó preso en este libro. Su historia, siempre a grandes rasgos, pues mi intención es la de no desvelaros más que lo fundamental, tiene su inicio en su propia niñez, donde convive con su madre y el borracho y desalmado de su padre en el mismísimo infierno. Tras una gran discusión mantenida con su padre, Botch huirá de las palizas y el abuso inflingido, y en su fuga será atrapado por los de arriba, por nosotros, los seres humanos. Es de este modo como llega a nuestro mundo, a nuestro plano existencial. En el se unirá a otro demonio que lleva tiempo pululando por la tierra, el sabio Quintoon. Una historia original donde las haya, con un personaje que se hace querer, por muy cabrón y demoníaco que pueda llegar a ser. Y ya para terminar decirte que no te dejes engatusar por este pícaro demonio, ni mucho menos asustar… o tal vez un poco, en cualquier caso, no cedas a sus amenazas ni a sus demandas y, por favor: no quemes este libro.






“No fue justo ¿Por qué tuve que perder la oportunidad de contar mi historia cuando son cientos quienes, con historias mucho más aburridas que contar, publican libros todo el tiempo? Yo conozco el tipo de vida que llevan los escritores: se despiertan por la mañana, da igual lo tarde que sea, se sientan en su escritorio sin tan siquiera asearse, se encienden un cigarro, se beben su té y escriben la primera basura que les viene a la cabeza ¡Menuda vida! Yo hubiera podido tener una vida como esa si mi primera obra maestra no hubiera sido quemada ante mis ojos. Y hay grandes cosas dentro de mí. Obras que harían llorar al cielo y arrepentirse al infierno. Pero ¿he conseguido escribirlas, verter mi alma en unas páginas? No.

En lugar de ello, soy un prisionero entre las cubiertas de este miserable volumen con tan solo una petición que hacer a algún alma caritativa:

Quema este libro.”





“Requiere valor prender fuego a tu primer libro, desafiar la empalagosa sabiduría de tus mayores y conservar las palabras como si fueran, de alguna forma, preciosas ¡Piensa en lo absurdo de todo eso! ¿Hay algo en tu mundo o en el mío, arriba o abajo, más fácil de obtener que las palabras? Si lo valioso de las cosas va unido de algún modo a la excepcionalidad ¿Hasta que punto pueden ser preciosos los sonidos que producimos, despiertos o dormidos, durante la infancia o la senelidad, cuerdos, locos, o, simplemente mientras nos probamos sombreros? Existe un exceso de palabras. Todos los días miles de millones son vomitadas por lenguas y bolígrafos. Piensa en todo lo que las palabras expresan: seducciones, amenazas, exigencias, suplicas, oraciones, maldiciones, presagios, proclamaciones, diagnósticos, acusaciones, insinuaciones, testamentos, juicios, indultos, traiciones, leyes, mentiras, libertades, etcétera, etcétera; las palabras no tienen fin. Tan solo cuando se haya pronunciado la última silaba , ya se trate de un dichoso aleluya o de alguien que se queja de la tripa, solo entonces creo que podremos asumir de un modo razonable que el mundo se ha acabado. Creado con una palabra y, ¿quien sabe?, tal vez destruido por otra.”




“Ah, eso hace que me pregunte… la idea de mí hablándote hace que me pregunte ¿Cómo sueno en tu cabeza? ¿Me has puesto la voz de alguien a quien siempre has odiado, o de alguien a quien quieres? O espera: ¿sueno como tú? No ¿verdad? Eso seria extraño ¡Seria muy extraño! Seria como si yo en realidad no existiese, salvo en tu cabeza.”




“Ahora ya sabes como me fui de viaje con Quintoon. Nos lo pasamos bien en los años que siguieron, yendo de sitio en sitio y jugando a lo que nos gustaba denominar los viejos juegos: causar la muerte al hablar, convertir a los bebes en polvo mientras mamaban, tentar a los hombres y mujeres de Dios (normalmente con sexo), incluso entrar en el Vaticano por las cloacas y embadurnar con excrementos los nuevos frescos que habían sido pintados usando un método que permitía al artista conseguir la ilusión de la profundidad. Quintoon se sentía molesto por no haber estado allí cuando se había utilizado el invento y su mal humor lo animó a esparcir las boñigas con un particular entusiasmo.”



“Viajábamos de noche, en caballos robados que cambiábamos cada pocos días. No siento un gran cariño por los animales, ni conozco a ningún demonio que los sienta. Tal vez lo que tememos es que su condición se encuentra peligrosamente cerca de la nuestra, y que no supondría más que un capricho por parte del Dios del Génesis y el Apocalipsis, creador y destructor, ponernos a cuatro patas, con los collares de la humanidad alrededor de nuestros cuellos y correas sujetas a ellos. Después de un tiempo, llegue a sentir un cierto grado de simpatía por aquellos animales, que eran poco menos que esclavos, cuya imposibilidad de quejarse les negaba el poder de protestar, o al menos de contar sus historias: bueyes enyuntados y sometidos mientras luchaban por arar la implacable tierra; ruiseñores cegados en sus sencillas y pequeñas jaulas cantando para si mismos hasta el agotamiento y creyendo que su música hacia mas llevadera una noche interminable; crías no deseadas de perras o gatas arrancadas de las mamas de sus madres y masacradas mientras ellas miraban, incapaces de comprender una sentencia tan terrible.”



“Allí estarás a salvo, incluso de Dios. Piénsalo, a salvo incluso de Dios, que es cruel, igual de cruel que seriamos todos si fuésemos Dios y no temiésemos a la muerte o al juicio.”



“¡Demonios! Que forma tan mediocre tiene el lenguaje de describir su propia muerte; las opciones son penosamente escasas cuando se trata de encontrar las palabras para expresar su propia destrucción. Estoy a punto de quedarme en silencio a falta de las palabras adecuadas.

En silencio ¡Ja! Tal vez esa sea la respuesta. Tal vez debería parar de llenar las ondas con espantosas lecciones de palabras podridas que nunca se asimilan ni se comprenden. Tal vez el silencio sea la forma definitiva de rebelión; la señal verdadera de nuestro desprecio por la embustera bestia de lo alto. Después de todo, ¿las palabras no le pertenecen a él? ¿No dice eso el Evangelio que escribió el discípulo Juan (y que para mí tiene mas credibilidad que los demás porque me parece que sentía por Jesús lo que yo siento por Quintoon)? Él comienza su relato sobre la vida de su amado diciendo <La Palabra, y La Palabra estaba junto a Dios, y La Palabra era Dios.>> La Palabra era Dios… ¿Lo ves? El silencio es todo lo que nos queda. Es nuestra última y desesperada oportunidad de rebelarnos contra quien tiene La Palabra.”



“¿Qué?

¿Después de todo esto sigue sin haber fuego? Te ofrezco el misterio de los misterios y mi prisión sigue fría. Fría. Igual que tú, pasapaginas. Eres frío hasta la médula, ¿Sabes? Te odio. Una vez más, las palabras me fallan. Estoy aquí sentado con mi odio, desprovisto de medios para expresar mi furia, mi repugnancia. Decir que eres un excremento insulta al producto de mis intestinos.”



Azhaag

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jeje, menudo insulto:
"Decir k eres un excremento insulta al producto de mis intestinos.”
Hasta hoy no había escuchado hablar de Clive Barker pero creo k acabo de condenarme a leerlo.

En fin, un libro que insulta... definitivamente se sale de la norma.

Hibris. dijo...

Vaya fragmentos más buenos que has transcrito. Me acercaré a algún libro de este autor, me haría gracia que el escritor se dirija a mi como "pasapáginas", jejeje
Gracias por recomendación.

Un beso,

Hibris

Anónimo dijo...

http://www.escritores.org/recursos/kv11209.htm

Concurso de Microrrelato homenaje a Poe. Te viene que ni pintao. Deberías presentarte.

Azhaag dijo...

Muchas gracias por la información. Las bases son algo desalentadoras; 160 palabras máximo. Aunque el plazo de entrega es muy dilatado, tengo hasta fin de año. Una de cal y otra de arena, supongo… el problema radica en que el relato de terror (microrelato en este caso) siempre es un escrito tremendamente sensorial, que abarca mucho el paladar de los sentidos como tal, los sonidos captados, los olores, el ambiente en si mismo… y claro, 160 palabras limita infinidad tanto el uso de adjetivos como el del propio desarrollo prolongado del cuerpo del relato con tal de esconder la imprevisibilidad del final. Complicado, muy complicado… me gusta. Y más estando Poe por ahí en medio. Habrá que presentarse. Gracias de nuevo por el soplo.

Un saludo.

Azhaag

Anónimo dijo...

Venga hombre, seguro que algo se te ocurre!!!!
Yo tb me presento a concursos a veces, claro que nunca gano nada. Pero me gusta el reto.
De todas formas,lograr asustar a alguien con un papel... bueno si los de la compañía del gas, la luz y el teléfono lo hacen cada mes con unos cuantos números escritos en una factura...¿Cómo no vas a hacerlo tú con 160 palabras?

Ánimo!