
Feliz Navidad, Pedro...
A veces todo parece confabularse, parece que ese día en concreto todas las piezas del rompecabezas encajan de una forma tan premeditada que te sorprendes mirando a ambos lados, esperando a encontrar a quien orquesta todo eso...
Estaba escuchando la radio que el conductor del Bus tenia puesta a todo trapo, supongo que para aislarse un poquito de todo el ajetreo, hablaban en directo con la mujer que hace cosas de unas semanas salió a la calle y unos jóvenes le arrojaron un cohete desde un coche en marcha, la mujer al intentar protegerse alzo el brazo y el cohete impacto en el.
La pobre señora, visiblemente afectada, explicaba todo lo ocurrido entre sollozos, detallaba a las operaciones que se ha tenido que someter para no perder el brazo.
“Yo no le he hecho daño a nadie... no me merecía esto” concluía dando por finalizada la entrevista.
-Es que manda cojones... –gruñe el conductor – el mundo se va a la mierda, niño. –Me dice al observar que también estoy atento a la entrevista.
Me bajo del autobús intentando digerir la noticia ¿Qué clase de persona hace algo así? ¿El mundo no tiene arreglo? Esta claro que el mundo no vale la pena si día a día y en todas partes ocurren cosas así.
¿No vale la pena?
Y es entonces, mientras me dirijo a la otra parada situada un poco mas lejos para coger el bus que me llevara a mi casa, cuando alguien parece oír mi pregunta y mi planta la respuesta en las narices.
Justo en la acera de enfrente.
Un señor estaba pidiendo limosna en una especie de portal, la ropa con aspecto de haberse peleado con un tigre, barba de muchos días y calculo que con unos 50 inviernos sobre las espaldas, la gente como es normal por esta zona en la que pasan a toda velocidad, sin tiempo ni para mirarte a los ojos, lo ignoran por completo.
Es entonces cuando un fulano trajeado, maletín en mano y engominado hasta las cejas, surge por su espalda y le da un amigable toquecito en el hombro al mendigo, este se gira sobresaltado y grita de alegría algo que no entiendo demasiado bien, esta claro que se conocen.
Y cogen los dos y se sientan sobre los cartones que el mendigo a dispuesto a modo de lecho, y el del traje y corbata abre su maletín y saca una lata de cerveza y se la ofrece y el mendigo le da una palmadita en la espalda, y allí en mitad de Granada y sentados prácticamente en el suelo, se ponen a hablar, ajenos a todo y a todos.
Y yo me quedo mirando desde la otra acera sin creerme del todo lo que estoy viendo.
Los dos se ríen enérgicamente y se quedan hablando unos largos 5 minutos, mientras el mendigo termina de apurarse la cerveza, el tío del traje saca de su chaqueta un paquete muy bien envuelto y se lo da.
Feliz navidad Pedro, alcanzo a oírle.
Y el mendigo casi rompe a llorar mientras vuelve a abrazar a ese tío que es como todos los que pasan a su alrededor sin ni siquiera mirarle. Que no es mas que la otra cara de la moneda.
Ambos se despiden y aquel pobre hombre aun sentado en el suelo desenvuelve feliz su regalo de navidad.
Lo mira, sonríe y llora de felicidad.
Mi autobús ya llega, pago rápido al conductor y me pego a un cristal para seguir viendo a aquel hombre, y juro que me tengo que contener para no señalarle con el dedo y gritar a pleno pulmón.
- ¿¿Lo han visto?! ¡Si que vale la pena!
Azhaag