5.06.2008

Artículo: El aleteo de una mariposa


“El boxeo es el gran desafió. No hay nada que se
pueda comparar a probarte a ti mismo del modo
en que lo haces cuando te subes a un ring.
Con la vida enfrente de ti y los guantes listos.”

Sugar Ray Leonard

Los gimnasios, más allá de esos locales donde el aire huele a sudor, y se oyen quejidos lastimeros producidos por el esfuerzo de levantar hierros desde que se abren hasta que se cierran sus puertas, pueden ser un lugar interesante donde escuchar buenas historias.
Esta la escuche hace tiempo, mientras sentado a poca distancia de dos hombres que hablaban, me limitaba a vendarme las manos. Las palabras que despertaron mi instinto de cazador o de maruja, y me empujaron a pegar oreja a la conversación mantenida por aquellos dos amigos, fueron “la teoría del caos”. Escuchar a una montaña de músculos, como era aquel hombre, hablar de conceptos matemáticos en aquel lugar, donde los golpes a las guantillas explosionaban en el aire y el siseo de la comba era la música eterna que sonaba, se me hizo muy raro. Un concepto tan mental en un lugar tan físico. Los tópicos son los tópicos, y que mayor topicazo que el que eso de men sana in corpore sano es un imposible, si tienes abdominales, no tienes cerebro. Y a la inversa, si eres un cerebrito lucirás posiblemente una barriguita que te dará de si las camisetas. Me hice el despistado y me acerque desde lejos a la conversación prestando mucha atención a cuanto decían.

-Plantéatelo así ¿Por qué practicamos boxeo? –le preguntó uno a otro.

-¿Para estar en forma y mantenernos sanos? –contestó el otro algo dubitativo.

El tipo movió la cabeza en signo de negación, y apurándose su bebida isotónica y tomando asiento, le preguntó.

-La teoría del caos, Sergio ¿Has oído hablar de ella?

-No…

-La teoría del caos establece que hay ciertos comportamientos o circunstancias del todo impredecibles, que pueden desencadenar reacciones de situaciones, en principio, muy simples. Una mariposa bate las alas en Europa y un tsunami barre las costas del sur de China –el amigo no perdía detalle de lo que le decía aquel hombre -. Practicamos boxeo, porque un día, tu vida dependerá de ello. Da igual los ambientes en que te muevas, no importa que rehuyas cualquier tipo de enfrentamiento con cualquier desconocido con ganas de camorra, el mundo tiene dientes, y en cualquier momento decidirá morderte.

El amigo sonrió ante lo escuchado.

-Pienso que se puede morir sin llegar nunca a pelearse con nadie, menos aun con alguien que realmente atente contra la vida de uno –dijo muy convencido.

-Te voy a contar una historia, tu historia. La historia de uno de tus múltiples futuros. Es sábado, hace un día cojonudo. La suficiente calor como para que las niñas jueguen en el parque sin cansarse demasiado ni preocuparse por una insolación, y la justa y necesaria para que la esposa de Sergio luzca hoy ese hermoso y fresquito escote en el que a Sergio le gusta perderse con la mirada de vez en cuando, cuando deja de mirar un segundo a sus dos niñas jugar. Sergio y su esposa deciden que por hoy esta bien, que lo idóneo para rematar este hermoso día seria irse a la terraza de algún bar a tomarse algo que tengo hielo y una rodaja de limón flotando en el vaso. Llama a sus niñas y les cuentan la idea, a una, a Celia, le parece genial. En cambio, a Rocío, la idea de dejar de jugar tan pronto le disgusta, y le dice a su padre que se queden jugando un poquito más. Sergio se muestra severo, y convenciendo a la niña, todos parten hacia el bar. Sin embargo, Sergio tiene un corazón que no le cabe en el pecho, y le duele ver la carita de pena de Rocío que ha visto como sus juegos se han visto interrumpidos. Por lo que le dice que solo un poquito más, que puede tirarse un par de veces más por el tobogán. Por lo que Sergio y su familia, en lugar de girar hacia la izquierda, en dirección al bar, tuercen hacia la derecha, hacia el tobogán. Una mariposa bate las alas en el momento en que se toma esa decisión tan ínfima. Una moto atraviesa a toda velocidad el parque, pasando casi al lado de Rocío, que se disponía a subirse al tobogán. No la roza por espacio de centímetros, sin embargo la niña cae al suelo violentamente. Sergio corre hacia ella, y tras levantarla del suelo, alcanza a los dos chavales que montan en la moto, los cuales se han parado en el otro lado de la acera, esperando el momento de incorporarse al tráfico. Sergio llega hasta ellos con la sangre hirviéndole y el corazón latiéndole fuertemente en las sienes, y sin perder las formas, les pide explicaciones. Casi arrolláis a mi niña, les dice. El que conduce la moto se baja de ella y se pone frente a él, desafiante. Tras apenas intercambiarse unas palabras y unas miradas, la tensión del momento hace que ambos lleguen a las manos. De manera torpe, golpes lanzados como martillazos, de forma salvaje. En un instante, Sergio alcanza al chaval con un golpe en la cara, y este, con el rostro marcado y la camisa punteada de gotas de sangre, saca una navaja de su bolsillo. La mujer de Sergio grita de horror, Sergio no. La cuchilla de la navaja se hunde en el pecho de él, acallando cualquier grito de este, y al segundo se desploma en el suelo. Los chavales de la moto desaparecen en un instante. La familia de Sergio acuden hasta él, pero él ya no esta ahí. Solo queda el cadáver de un hombre asesinado por una mala decisión. Por torcer a la derecha. El batir de las alas de una mariposa le ha partido el corazón a Sergio.

El narrador se calla un segundo dejándole un instante a Sergio y a sus pensamientos.

-Llegara un día, quizá mañana, tal vez dentro de veinte años, en que tu vida dependerá de ello. En que una decisión te amenazara con apartarte de la vida. No practicamos boxeo para perder peso, ni para mejorar físicamente. La gente juega al fútbol, al rugby, al baloncesto; nadie juega al boxeo. Somos gladiadores, ya no libramos nuestras batallas en la arena del coliseo, sino en la nueva selva que nos ha tocado habitar, una de asfalto. No perseguimos la gloria concedida por el público y el Cesar, el verdadero gladiador busca solamente sobrevivir. Que incluso girando a la derecha puedas esa misma noche acunar a tus hijas y contarles un cuento, o hacerle el amor a la mujer que quieres, y que te abraza por el miedo que ha sentido al ver como a su marido casi lo mata un desalmado con un cuchillo.

Ambos hombres se pusieron en pie, el narrador detrás del saco aguantándolo, y Sergio calzándose los guantes. Y yo allí, con las vendas aun por poner, joven, y con más preguntas que respuestas en mi cabeza, vi como aquel hombre embestía al saco con golpes precisos, disponiendo, ahora si, de un motivo por el cual poner el alma en cada puñetazo. Para que llegado el día, el aleteo de una mariposa no trunque su vida.

Azhaag

2 comentarios:

Hibris. dijo...

Me ha gustado el escrito, aunque la idea de que los que practicáis deportes de contacto lo hacéis por poder defenderos en un momento dado no acaba de cuadrarme. ¿No será esto un efecto secundario, aunque muy valioso, de realizar el deporte? Es decir...no creo que cuando le peguéis al saco estéis pensando en el hipotético día en que un capullo intente robaros por la calle, no? Aunque bien es cierto que llegado el momento podréis salir muchísimo mejor de la situación que yo, por ejemplo.

Me ha gustado la metáfofa de la mariposa. Me ha recordado vanamente a la pelícual "El sonido del trueno".

Un besiño.

Hibris

Azhaag dijo...

Vaya una pelicula mala jajaja sali del cine con la sensacion de que me habian timado. Los efectos especiales eran de chiste, pero como dices en ella se muestra la teoria del caos en forma de mariposa chafada por la bota de un crononauta.

Hay gente que se pone a aprender ingles por las tardes porque se aburre, y hay quien se pone a aprender dicho idioma por la necesidad de aprenderlo. Esto es lo mismo, como digo en el articulo la gente juega al futbol, al baloncesto, nadie juega al boxeo. En una sesion de entrenamiento es mas que comun y excusable el hecho de que te partan la nariz, el labio, la ceja quiza, el de acabar con hematomas en las costillas o con alguna lesion leve en los nudillos. La sangre, al ser un deporte de contacto, y pese a maximizar las protecciones pertinentes, acaban produciendose. Es cierto que hay gente que viene a los gimnasios con la idea de divertirse, pero al ver esto, al segundo dia ya no vienen. Quienes practicamos cualquier deporte de contacto entendemos que estas pequeñas circustancias son inevitables pues nos preparamos para responder ante una situacion real, y volvemos al segundo dia al gimnasio tras lamernos las heridas, con la firme intencion de seguir aprendiendo a defendernos.

Un beso.

Azhaag