Sonaron tres golpes en la puerta del dormitorio.
-Dani, ¿quieres que te haga algo de cenar? –preguntaron a través de la puerta.
-No, mamá. Gracias –contestó mientras abría rápidamente su raída mochila.
En su interior se encontraba algo, que en teoría, no existía.
Solo son cuentos, elaboradas fantasías que parecen cobrar forma solo por ser oídas una y mil veces de bocas de todos, decían los ignorantes. Estaban equivocados, siempre lo supo.
Por eso no cesó en su empeño, lo había encontrado por fin.
Le había llevado años dar con aquel libro que ocultaba receloso en el interior de su mochila, al sacarlo, lo observó con detenimiento.
Estaba encuadernado en piel negra, sin dibujos, ni grabados en su portada. Comenzó a pasar con sumo cuidado sus páginas, un titulo aguardaba en una de las primeras.
Al encender la tenue luz de la lamparita, este se iluminó ante sus ojos.
-Dani, ¿quieres que te haga algo de cenar? –preguntaron a través de la puerta.
-No, mamá. Gracias –contestó mientras abría rápidamente su raída mochila.
En su interior se encontraba algo, que en teoría, no existía.
Solo son cuentos, elaboradas fantasías que parecen cobrar forma solo por ser oídas una y mil veces de bocas de todos, decían los ignorantes. Estaban equivocados, siempre lo supo.
Por eso no cesó en su empeño, lo había encontrado por fin.
Le había llevado años dar con aquel libro que ocultaba receloso en el interior de su mochila, al sacarlo, lo observó con detenimiento.
Estaba encuadernado en piel negra, sin dibujos, ni grabados en su portada. Comenzó a pasar con sumo cuidado sus páginas, un titulo aguardaba en una de las primeras.
Al encender la tenue luz de la lamparita, este se iluminó ante sus ojos.
AL AZIF – NECRONOMICON -
Una repentina bocanada de aire helado, proveniente de una de las ventanas, hizo que las páginas se pasasen rápidamente, hasta detenerse en una en seco. Daniel miró extrañado en dirección a la ventana, y al segundo, y sin darle demasiada importancia, volvió a centrar su atención en el libro.
Las páginas se habían parado en la numero 164. Había una extraña inscripción hecha con unos caracteres que Daniel desconocía por completo, esta inscripción enmarcaba un pequeño texto escrito en latín.
Daniel apoyó el libro sobre la mesa y valiéndose de la precaria luz de la lámpara, comenzó a leer aquel texto.
La lámpara comenzó a parpadear cuando Daniel terminó de leer el escrito.
Una repentina bocanada de aire helado, proveniente de una de las ventanas, hizo que las páginas se pasasen rápidamente, hasta detenerse en una en seco. Daniel miró extrañado en dirección a la ventana, y al segundo, y sin darle demasiada importancia, volvió a centrar su atención en el libro.
Las páginas se habían parado en la numero 164. Había una extraña inscripción hecha con unos caracteres que Daniel desconocía por completo, esta inscripción enmarcaba un pequeño texto escrito en latín.
Daniel apoyó el libro sobre la mesa y valiéndose de la precaria luz de la lámpara, comenzó a leer aquel texto.
La lámpara comenzó a parpadear cuando Daniel terminó de leer el escrito.
Apartó ambas manos del libro con dolor, al quemarse con su contacto los dedos. De aquel recuadro de signos cabalísticos que encerraban el texto que Daniel había leído entre susurros, comenzó a salir agua hirviente, que burbujeaba desbordándose del libro.
Daniel retrocedió asustado, hasta dar de espaldas con la puerta, mientras aquel libro seguía rezumando agua de sus páginas como si de un géiser se tratase.
Daniel se giró para intentar abrir la puerta, pero ante su mirada atónita los pestillos se corrieron solos.
El agua le llegó hasta los pies, y sin ser capaz de volverse, pudo contemplar a través de las sombras que dibujaba la lámpara, que no cesaba de temblar, como unos grotescos tentáculos pulposos brotaban del libro.
Lo siguiente fue un grito. Uno que hizo levantarse a su madre y a todo los vecinos del edificio aquella noche.
El resto fueron escenas rápidas, la madre de Daniel aporreando la puerta llamando a su hijo, los vecinos tratando de abrirla, una de las vecinas llamando a la policía, y de fondo, como una melodía macabra que acompañaba a aquel collage de imágenes incesantes, los desgarrados gritos de terror de Daniel.
La puerta fue echada abajo por uno de los policías, la escena que encontraron escapaba a toda lógica.
Todo el suelo estaba abnegado de agua y sangre, las paredes salpicadas por un reguero carmesí, y el papel de estas, desgarrado por las marcas de unas garras. Por el aire aun flotaban trozos de papel hechos jirones, haciendo las veces de confeti en aquella dantesca fiesta que se había hecho tras la puerta cerrada y los gritos ensordecedores de aquel que ve el rostro de la muerte.
Solo uno trozo de papel reposaba sobre la mesa, pegado a la madera del escritorio por la sangre del difunto joven.
Uno que los profanos ignorarían, pero que sin embargo, el erudito comprendería…
“En su morada de R'Iyeh, el muerto Cthulhu aguarda soñando…”
Daniel retrocedió asustado, hasta dar de espaldas con la puerta, mientras aquel libro seguía rezumando agua de sus páginas como si de un géiser se tratase.
Daniel se giró para intentar abrir la puerta, pero ante su mirada atónita los pestillos se corrieron solos.
El agua le llegó hasta los pies, y sin ser capaz de volverse, pudo contemplar a través de las sombras que dibujaba la lámpara, que no cesaba de temblar, como unos grotescos tentáculos pulposos brotaban del libro.
Lo siguiente fue un grito. Uno que hizo levantarse a su madre y a todo los vecinos del edificio aquella noche.
El resto fueron escenas rápidas, la madre de Daniel aporreando la puerta llamando a su hijo, los vecinos tratando de abrirla, una de las vecinas llamando a la policía, y de fondo, como una melodía macabra que acompañaba a aquel collage de imágenes incesantes, los desgarrados gritos de terror de Daniel.
La puerta fue echada abajo por uno de los policías, la escena que encontraron escapaba a toda lógica.
Todo el suelo estaba abnegado de agua y sangre, las paredes salpicadas por un reguero carmesí, y el papel de estas, desgarrado por las marcas de unas garras. Por el aire aun flotaban trozos de papel hechos jirones, haciendo las veces de confeti en aquella dantesca fiesta que se había hecho tras la puerta cerrada y los gritos ensordecedores de aquel que ve el rostro de la muerte.
Solo uno trozo de papel reposaba sobre la mesa, pegado a la madera del escritorio por la sangre del difunto joven.
Uno que los profanos ignorarían, pero que sin embargo, el erudito comprendería…
“En su morada de R'Iyeh, el muerto Cthulhu aguarda soñando…”
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Fue ver el dibujo que el amigo Daniel había hecho y la idea para el relato brotó solita.
Por que no me podréis decir que la imagen no os recuerda al primigenio Cthulhu.
Quizás me pase leyendo a Lovecraft… ¿O solo lo veo yo al contemplar esos tentáculos?
El dibujo en cuestión esta en blanco y negro por que forma parte de un concurso al que se ha presentado aquí el artista, el ganador (apostamos por ti, colega) vera su dibujo coloreado y se reirá del resto de participantes desde lo alto del podium.
Azhaag & Espeton
Relato de Azhaag, ilustración de Espeton
2 comentarios:
No sé si me influyó el título donde ya mencionas a Cthulhu, pero el dibujo sí recuerda a él ciertamente.
Buen relato y buena descripción de la escena Rubén.
"Por el aire aun flotaban trozos de papel hechos jirones, haciendo las veces de confeti en aquella dantesca fiesta que se había hecho tras la puerta cerrada y los gritos ensordecedores de aquel que ve el rostro de la muerte."
Oye Espeton, suerte en el concurso, mereces el premio.
Saludo.
Hibris
Yo he visto los otros dibujos presentados a concurso, y Dani gana de pasada... si no ganas, esta amañado fijo.
Un saludo.
Azhaag
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