“Si he visto más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes.”
Isaac Newton
Uno tiene magia en sus pies, el otro fuego en la mirada. Uno parece ser capaz de flotar y desaparecer de delante tuya, el otro parece ser capaz de talar un árbol a base de golpes.
Son la dicotomía perfecta, la gracia y la fuerza, la velocidad y la pegada. El tiempo, para enojo de los amantes del boxeo, se ocupó de ponerlos bien distanciados uno del otro, para que nunca se pudiese salir de dudas en cuanto a quien resultaría vencedor de chocar estos dos titanes. Son como el doctor Jekyll y Mr Hyde, era imposible que ambos estuviesen en la misma habitación al mismo tiempo. ¿Quién vencería? ¿La elegancia de Muhammad Ali, su capacidad para mermar psicológicamente a cualquier oponente a base de colar en su defensa decenas de golpes a la velocidad del rayo, o por el contrario la fuerza indómita de Tyson, que rompía guardias a base de hachazos lanzados con igual de eficacia tanto con la izquierda como con la derecha? El aire alrededor de ellos parecía vibrar, tenían demasiado talento, demasiado potencial.
Estoy convencido de que de haberse podido celebrar dicha contienda, de haber coincidido los dos en la misma época, ambos estarían aun combatiendo. Ninguno hubiera sido capaz de tumbar al otro, ninguno se hubiese rendido. Aun seguirían frente a frente.
Por eso el tiempo, siempre tan previsor, se resolvió a separar a ambos por espacio de años de distancia, ya que hay preguntas, que lejos de no tener una respuesta, simplemente es mejor no intentar dar con ellas.
Soy una persona con cierta imaginación para plantear en mi cabeza escenas o situaciones y dotarlas de un final, pero por mucho que me esfuerzo nunca consigo darle un final a la idea de un enfrentamiento entre estos dos hombres. Es decir, fíjense por ejemplo en el minuto 3:44, un Muhammad Ali con la guardia a la altura de la cintura y esquivando los golpes del otro púgil que esta a cuarenta centímetros de su nariz. Miren el segundo en que la cámara capta la mirada del otro boxeador, que contempla asombrado como no puede ni siquiera encontrar a Ali. Esa situación duele más que cualquier golpe recibido, tienes delante de ti a un hombre que te esta venciendo, que te esta destrozando la moral sin lanzar un puñetazo. Y ahora miren, y comparen, el minuto 6:51 del video, Tyson mandando a la lona a otro boxeador que le gana en altura, posiblemente en peso, pero en absoluto en la confianza y seguridad con la que Tyson hacia lo que mejor sabia hacer, destruir a cualquiera que se interpusiera entre él y la victoria.
¿Cómo darle un final convincente a este cuento que tantos quisimos que nos contaran? Lo dicho, si cierro los ojos e intento imaginarle un final a esta gloriosa gesta, aun los veo peleando, con el palco de butacas vacío y las manecillas del reloj ya detenidas cansadas de girar sin fin.
Azhaag
12.21.2007
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1 comentario:
Apenas sé nada del mundo del boxeo, tan sólo lo que tu me cuentas de vez en cuando. Consigues transmitir a quien te escucha, en este caso lee, parte de la pasión que en ti despierta.
Muy bueno Rubén.
Hibris
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