7.18.2007

"Y digo yo..." - La pregunta



Y digo yo...

A veces pasa y suele ser cuando uno menos lo espera. De repente te llega. Es una pregunta que surge de algún sitio remoto de la mente, sin duda oscuro, por que al salir a la luz de la consciencia parece deslumbrarse y deslumbrarte; es como una de esas criaturas primigenias de Lovecraft que habitaban en el inframundo desde tiempo inmemorial y que nunca, hasta ese momento, había abandonado el quien sabe si confortable antro del inconsciente profundo para asomarse al exterior. Puede verbalizarse de formas diferentes: ¿Y qué hago yo aquí? ¿De qué va esto? ¿Para qué existo? En el fondo, es la pregunta eterna, la que infinidad de personas se han hecho antes que nosotros: ¿Cuál es el sentido de la vida?

Uno anda tan ocupado en eso de vivir, que, de ordinario, no repara en para qué lo hace.
El por que esta claro; se vive por que se esta vivo, así de simple, pero el sentido, el para que, no tiene fácil respuesta, si es que tiene alguna.
Contemplada fríamente, la vida es una estupidez. Creo haberlo comentado en alguna otra ocasión: nacer y morir, sin más función que la de procrear para que la especie se perpetué, que es lo que hacemos los seres vivos, no tiene sentido alguno.

Nunca he entendido bien el empeño de los ecologistas en conservar las especies en vias de extinción. ¿Qué pasa por que se extingan? A los interesados, los miembros de esas especies, les trae al fresco: nace sin saber por que, el hambre les impulsa a comer, el instinto les lleva a fornicar, cuidan a sus cachorros hasta que estos pueden valerse por si mismos, empujados también por el instinto, y un buen día se mueren.
Si alguien le preguntara sobre la utilidad de tales funciones y tuviesen capacidad de responder, dirían: “Y yo qué sé…”
Los humanos somos distintos. Hacemos lo mismo, pero, eso si, de otra manera. El intelecto nos permite sublimar los instintos y adornarlos con todo tipo de perifollos, además inventamos, componemos sinfonías y construimos autovías, pero, a la postre, nacemos y, tras un paréntesis más o menos largo, nos morimos.
Si entre ambos inevitables acontecimientos todo fuera gozo y placer, ya que no sentido, la vida tendría su aquel, pero ni siquiera es así, gracias a esa otra peculiaridad nuestra, la de angustiarnos por lo que aun no ha sucedido, siempre estamos mas pendientes de lo que nos hace falta que de lo que tenemos.

Le he dado muchas vueltas a la cuestión, he leído a los filósofos mas eminentes, me he visto seis veces la película “El sentido de la vida”, de los inefables Monty Payton, y he preguntado a quien se ha puesto a tiro: nadie tiene puñetera idea de para qué estamos aquí, ni yo mismo, que ya es decir.
La única conclusión posible es que, vista desde la vida, la vida no tiene sentido alguno.
Mañana me pondré con la oui-ja, a ver si desde el otro lado lo saben. Tendría gracia que para conocer el sentido de la vida uno tenga que morirse…

F. Jimenez del Oso

5 comentarios:

sinnombre dijo...

Intetaré leer algo más de su pensamiento, me atraen sus ideas.

Azhaag dijo...

Tengo un librito en el cual se recogen todos sus "Y digo yo...", poco a poco los ire colgando. Se me hace un poco pesado pues he de transcribirlos, pero creo que merece la pena, son escritos tremendamente interesantes.

Un saludo.

Azhaag

Hibris. dijo...

Hay que ver lo bien que escribía.
¿Creéis, al igual que él, que la vida no tiene sentido ninguno?

Hibris

Azhaag dijo...

Como dijo el sabio:
"La vida como tal no tiene sentido, hay que darselo."

El sentido de la vida del padre de familia que echa mas horas que un reloj en el trabajo, posiblemente radique en la sonrisa que le regala su hijo pequeño al entrar por la puerta de su casa, o el beso que le da su mujer antes de dormir... El sentido de la vida tal y como yo lo contemplo es aquello que nos impulsa a seguir viviendo, a encontrar explicable nuestra existencia... Puedes pasar años sin tener una razon pero de repente llega, al igual que la pregunta, como dice Fernando, y sonries al comprobar que todo ha valido la pena con tal de haber llegado a ese instante en el cual todo cobra sentido.

Un beso.

Azhaag

sinnombre dijo...

Tener, en principio, nunca lo tuvo hasta que nosotros se lo pudimos dar. Nos proporciona placer el otorgárselo cada día, o por lo menos, a mí sí.

Además como seres racionales, estamos obligados a darle sentido a lo que hacemos, ya sea de forma momentánea, pasajera o duradera.

:)