6.25.2007

Una Alicia, dos Alicias, tres Alicias...



Una Alicia, dos Alicias, tres Alicias…


Con esta ya era la cuarta vez que me compraba el mismo libro.

El libro en cuestión es “Alicia en el país de las maravillas”, de Lewis Carroll.
La primera vez, tras leerlo, me caló de lleno, y como por arte de magia se volatilizó desapareciendo para siempre con mi primera mudanza, entre tanta y tanta caja. Me hice con una segunda copia del libro, una tremendamente original y chula, con unas láminas bien bonitas, apenas si me duro unos meses. Recuerdo que lo saque de la estantería, privándolo de la protección que esta brinda, lo mismo que sacar a un soldado de su trinchera, y lo dejé sobre la mesa.
Grasso error. Por aquella época mi perro Orion (que ahora descansa en paz royendo huesos en el cielo de los canes) pasaba ese periodo que los perros tienen cuando cachorros en el cual lo muerden absolutamente todo. El resto se puede vaticinar ¿Verdad?
El muy hijo de perra lo convirtió en virutas con un par de bocados.
Ya iban dos…

Pero no desistí, rebuscando en las librerías compré una tercera copia del libro.
A cabezón no me gana nadie…

Y descansó tranquilo y seguro entre mis otros libros, hasta el fatídico día.

-Llevo mucho tiempo queriendo leer este libro ¿Me lo prestas, verdad? –me preguntó mi prima Guadalupe, al tiempo que dando por sentado que mi respuesta era afirmativa lo arrancaba de mi estantería.

Hace tiempo leí que los libros tienen su orgullo, y que tal es su soberbia, que cuando los prestas jamás vuelven a tu lado, y que gran verdad.
Parece que se molestó mucho conmigo, ya que desde entonces ni me ha mandado un mensajico al móvil para decirme que tal le va en compañía de otros libros raptados como él…

Tiré la toalla, lo admito. Parecía que repelía a aquel libro y acabe por aceptar los hechos.
El caso es que hoy, mientras me llenaba de polvo las manos en un viejo rastrillo, de cuclillas, para alcanzar a ver los libros del fondo (aviso para navegantes: siempre suelen ser los mejores), di con un viejo conocido. El mismo, con una Alicia en blanco y negro en su portada.
Y pensé, que no hay tres sin cuatro (y que no me venga con tonterías el refranero popular español), y lo acabé comprando.
Le puse en situación, le hablé de sus hermanos caídos en combate, y que rehuyera de manos melosas. Que se atrincherase bien ahí y que vendiera cara su vida.

Y es que el libro, para aquellos que no lo han leído, es una verdadera joya.
Para rememorar viejos párrafos, abrí sus páginas al azar. Intentando dar con un dialogo en cuestión, el de Alicia con el Gato, antes de ir esta a tomar el té.

“-¿Podrías decirme, por favor, cual es el camino para salir de aquí?

-Eso depende mucho de a donde quieras ir –dijo el Gato.

-No me importa mucho a donde… -dijo Alicia.

-Entonces, tampoco importa que camino sigas –dijo el Gato.

-…siempre que vaya a algún sitio –añadió Alicia explicándose.

-¡Ah, seguro que así es –dijo el Gato -, si andas lo suficiente!”


Lo más seguro es que dentro de una semana o dos se lo coma una voraz horda de bichos, o que sufra una combustión espontánea y al ir a verlo me encuentre solo con sus humeantes cenizas, o bien coja las maletas y se marche por su propio pie, aterrado por como suelen acabar aquí los otros volúmenes de “Alicia en el país de las maravillas”.


Azhaag

3 comentarios:

Zer0 dijo...

Ufff... prestar libros es todo un tema. Uno los trata con tanto cariño y cuidado...

Por cierto:
"El muy hijo de perra lo convirtió en virutas con un par de bocados.
Ya iban dos…"

Nunca mejor aplicado el improperio... :)

Azhaag dijo...

Jejeje, gracias por tu visita y tu comentario zer0

Un saludo.

Azhaag

Anónimo dijo...

...a pesar de haber repuesto tu libro seguro que siempre te quedará la espinita de los que extraviaste y el que no te fue devuelto.

Oye...sería interesante que mantuvieras bajo vigilancia a la nueva adquisición, mas que nada porque si sufre una combustión espontánea sería la mar de interesante tenerlo grabado. :p

Un besiño.

Hibris